El lenguaje que viene de arriba

Los ataques más virulentos, en un lenguaje que en la época de "oro" de la enseñanza uruguaya hubiera merecido que el autor fuera a parar al rincón de la clase como castigo ejemplarizante como en las clásicas historietas infantiles, han pasado a oírse a diario, y no en una pelea callejera, sino en los amplios salones de la Torre Ejecutiva.Nadie ha escapado a esa diatriba inagotable que llega a una población asombrada que emitió el voto no para escuchar "monsergas" hacia aquellas personas o colectivos que no cumplen con lo que se cree en el poder que es una actitud patriótica y llueven contra ellos "es un nabo...", "es al pedo...", "es un zángano...". Y así, a toda hora, afloran con el periodista, en rueda de prensa, frente a un micrófono o una cámara de televisión.Es así. El ejemplo es ese torrente de agravios, malas palabras, insultos, que se dirigen a periodistas, oposición, profesionales, sin distinción de actividad, donde caen todos: abogados, ingenieros, contadores, economistas, como también los productores rurales y ni que hablar, según Mujica, aquellos que nunca han trepado a un tractor, aparentemente el peor síntoma y la mayor demostración de que para nada sirve el que no tiene esa habilidad.Sin duda la terminología del primer mandatario y la contradicción, despiertan indignacion y tristeza. No porque un ciudadano maneje ese lenguaje, el cual como cualquiera tiene derecho a manifestar mientras no ofenda a nadie, pero sí cuando el que habla en ese tono, salpicado de agravios, es el presidente de la República, la figura más representativa del país. No olvidar que el gobierno de Vázquez comenzó con la vieja, eterna y desgastada muletilla de la "herencia maldita" para excusar la ineficiencia de la gestión, el incumplimien- to de sus promesas y el fracaso de los proyectos "participativos".Pero merece dejar en claro que las frases que se escuchaban, la terminología del exprimer mandatario era, con mayor o menor brillo, similar a la empleada por décadas por los gobernantes blancos y colorados; no se oían los exabruptos de la actualidad.Naturalmente, recordando el período pasado, no puede endilgarse a otros la elección de Matías Campiani para dirigir Pluna (a su juicio un simple error) que derivó en el remate fraudulento, la extraña intervención de López Mena y el no pago hasta hace pocas horas, después de meses de infructuosas gestiones, del aval de US$ 13.600.000 que debió pagar la misteriosa y oscura Cosmo y de lo que ahora se hace cargo "generosamente"...

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