La máquina de Taber

A PRINCIPIOS de 1811, pocos días antes del Grito de Asencio, el gobierno revolucionario de Buenos Aires pergeñaba una acción submarina en contra de la flota realista, estacionada en el Apostadero Naval de Montevideo. Dos antecedentes avalaban este plan: el ataque del sumergible Turtle (Tortuga), diseñado por David Bushnell, al buque británico HMS Eagle, en 1776, durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), y las pruebas del Nautilus de Robert Fulton, en aguas de la Francia napoleónica, entre 1800 y 1801.UN NORTEAMERICANO INNOVADOR.Samuel William Taber, autor de la inusitada idea, había arribado a Montevideo en diciembre de 1810, procedente de Cádiz. La intención original de este joven estadounidense de treinta años era intentar suerte en el comercio, al igual que sus exitosos tíos de Nueva York. Con ese fin, dos hombres de negocios gaditanos le habían dado cartas de presentación para sus pares montevideanos, José Ventura de Lema y Zacarías Pereira. Este último, socio de Martín de Álzaga, destacado personaje de la política y el comercio porteños.En aquellos días Montevideo era gobernada por el general Gaspar de Vigodet, que desconocía la autoridad de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, surgida el 25 mayo de 1810. A diferencia de los revolucionarios de Buenos Aires, la ciudad principal de la Banda Oriental continuaba fiel al gobierno peninsular a cargo del Consejo de Regencia de España e Indias, establecido en Cádiz.Al parecer, los aires más conservadores de Montevideo no oxigenaban bien las ideas liberales de Taber, que decidió cambiar sus planes iniciales. Consideró que sus capacidades serían más ventajosas para la causa de la Revolución de Mayo y aplazó sus especulaciones mercantiles. Por ello, no dio a conocer su presencia en la ciudad ni presentó las recomendaciones respectivas, trasladándose a Buenos Aires a fines de diciembre.PROYECTO REVOLUCIONARIO.Ante la escasez de elementos y, más aún, de hombres capaces de acometer empresas arriesgadas con probabilidades de éxito, Taber presentó a la Junta Grande, sucesora de la Primera Junta, un plano con el diseño de una máquina submarina concebida para destruir los buques realistas del apostadero montevideano.Si bien Vigodet no tenía un gran poderío naval, sus capitanes, Juan Ángel Michelena y Jacinto Romarate, controlaban con sus flotillas el tráfico en el estuario. Las flamantes Provincias Unidas revolucionarias sólo podían comerciar con los...

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