Los otros presos

EN CANELONES, SEBASTIÁN CABRERALa radio está encendida, de fondo se escucha una murga. Concentrado, Richard Alvez toma un cuchillo y lo pasa por la piedra de afilar. Acá, en un pequeño galpón que funciona como taller -y donde Alvez trabaja cada día desde las seis y media de la mañana hasta las cinco de la tarde- hay cuchillos por todos lados.Desde la ventana se ve la cárcel de Canelones, la tercera más grande detrás del Comcar y de Libertad. El taller se encuentra del lado de afuera de la cárcel, aunque Alvez está preso desde hace cuatro años y dos meses. No es un preso cualquiera: él se dedica a hacer, vender y reparar cuchillos. Es herrero y cuchillero, lo fue siempre y lo seguirá siendo. Esta es su vida.Son las 10 de una calurosa mañana. Hoy Alvez lleva barba de varios días, usa gorra negra, remera negra un poco gastada y con algún agujero. Él está acá en la cárcel de Canelones porque fue protagonista de un homicidio del que no quiere dar detalles. "Por respeto a mis hijos, no puedo decir más nada", dice y calla.Busca el número de teléfono de su hija, quien habitualmente recibe los pedidos y hace de nexo con el mundo exterior, pero no lo encuentra. Lo tiene anotado en algún lado, el tema es dónde. Un policía lo ayuda a buscar mientras come tranquilo una galleta. "Mirá, está acá", le dice el agente y le muestra un papelito.Alvez, de 39 años, empezó a trabajar seis meses después de haber entrado a la cárcel. Primero era carpidor y, cuando se ganó la confianza de los policías, lo autorizaron a ser ayudante de herrero. "Pero no soldando rejas, ¿eh?", dice y repetirá el concepto un par de veces. Un preso no hace rejas para una cárcel, que quede claro. "Yo estoy restaurando para que todos estemos mejor", explica, y se ve que es un tema que le preocupa. Al principio daba una mano con reparaciones vinculadas a la herrería en la escuela de la cárcel, en la panadería y también en el salón de las visitas.Un día, hace como un año, le dieron el sí, que podía empezar a fabricar cuchillos. Hace poco recibió una donación de Fripur: una buena cantidad de discos de cortar cabezas de pescado, con los cuales hace cuchillos de acero inoxidable de 16 centímetros de hoja. También parte al medio viejos candados de bronce de la cárcel y los usa como material.Alvez vende el juego de tenedor y cuchillo a 1.500 pesos, porque el suyo es un trabajo de artesano. Ya expuso en el LATU, vende a Manos del Uruguay y recibe encargos de los propios policías. El dinero que gana es para sus hijos y para los materiales. El Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados logró, además, que se constituyera como empresa unipersonal y así aporta al BPS.Lo feo es que algunos, adentro, lo miran mal. No todos los presos están de acuerdo con que se trabaje y menos si el trabajo es afuera de la cárcel, menos si el trabajo consiste en hacer cuchillos, menos si después los vende a un policía. Alvez mira el piso y reconoce que es complicado, que hay que tener mucha cintura y que algunos lo tratan de alcahuete."Así, abiertamente, me tratan de alcahuete", dice.Historias como las de Alvez se difunden poco en los medios. Lo que se asocia a las cárceles es un combo de motines, hacinamiento, drogas y narcotráfico. Pero también hay otras realidades.Hoy, cerca de 35% de los 9.400 presos que hay en Uruguay participa en emprendimientos laborales o estudia. Este porcentaje viene en aumento y el Ministerio del Interior pretende que en 2014 se llegue a casi el 100%, sin contar a los que están en régimen de máxima seguridad. "La persona privada de libertad debe tener derecho a trabajar, si él quiere", dice Enrique Mesa, coordinador de emprendimientos laborales del Patronato. Pero llegar a eso parece difícil.Primero, porque hoy no hay posibilidades para todos. Y, segundo, porque sigue habiendo presos que reniegan de estas tareas (o "comisiones", como se le dice acá). Igual, cada vez son más los que quieren cumplir alguna tarea, no siempre por mantener un hábito de trabajo (algunos nunca lo tuvieron, ni tienen intención de tenerlo) sino porque eso les permite acortar la pena. Trabajan o estudian dos días y les descuentan uno de cárcel. Muchos cobran un sueldo de medio salario mínimo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR