Darle pelea a la dislexia con mejores armas

Cuando a Nicolás le entregaron la consigna del escrito se puso a llorar de los nervios de solo pensar que tendría que leer seis páginas. Su dislexia no se lo permitiría, pensó. Irónicamente, la razón por la que el escrito era tan largo era que su profesor, con la mejor intención de adaptar y facilitar la prueba para su estudiante disléxico, había impreso las letras el triple de grande. Tuvo las buenas intenciones, pero no la orientación para aplicarlas adecuadamente.

Grafema-fonema, grafema-fonema. El cerebro trabaja para decodificar cada símbolo y transformarlo en sonido y así darle sentido. Sin embargo, cuando uno lee en su idioma palabras conocidas, lo que hace es recordar las palabras que ya conoce, no leer cada letra. Cuando uno se enfrenta a una palabra por primera vez, a otro idioma, o a un sinsentido como "jalaubruainsixon", ahí sí: se debe ir letra por letra, si se quiere descifrar, por lo que la lectura es mucho más lenta. Eso les sucede a los disléxicos todo el tiempo, con todas las palabras. ¿Las consecuencias? No solo errores ortográficos o confundir la b con la d. Toda la concentración se va en la decodificación, dejando muy poca para la comprensión de lo que se está leyendo.

Los disléxicos tienen un problema doble: su condición, y el hecho de que no todo el mundo cree que su dificultad es real y no solo "pereza", o un nombre para el mal rendimiento académico. La psicopedagoga Gabriela Garibaldi, a cargo del Dispositivo Integral del Estudiante (DIE), un órgano de Secundaria, dice que ellos trabajan mucho con los docentes para desarraigar ese prejuicio y cree que van en vías de erradicarlo. Una docente que prefirió no ser nombrada explicó, por otra parte, que ellos como profesores son incapaces de diagnosticar el trastorno y que es "muy difícil distinguirlo de los baches que vienen de otros años o de la falta de esfuerzo". Especialmente, agrega, cuando dedican tiempo a prepararles una consigna especial y se encuentran con que "igual no estudian nada". La coordinadora de la carrera Psicopedagogía en la Universidad Católica (UCU), Martina Silva, enfatiza que "ya está ampliamente comprobado que la dislexia existe", y que afecta del 5 al 10% de la población.

Diagnosticado y tratado o no, la dislexia es un trastorno crónico: no se cura nunca.

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