El León Viera

AutorRamiro Castro
Páginas5-9
Contraargumento/ Año II/ N°19/ Diciembre 2019
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EL LEÓN VIERA
n los años noventa, en la Frontera, un barrio ue une los límites
del Monegal Rampa, la Teranca y el Olimpiken, fue el escenario de
la velada boxística ue motiva esta historia.
Las vacaciones de primavera no duraban una semana sino ue eran
los jueves y viernes de la tercera semana de setiembre; generalmente
con los muchachos de los barrios nos juntábamos en el campito de
atrás de casa para armar un picado, jugar carreras en bicicleta,
trepar la rampa o tirarnos en cartones desde las montañitas sobre
las ue se apoyaba el Complejo Deportivo Municipal. La opción ue
preferíamos era deslizarnos por la pendiente de pasto de los lados
del Complejo, no tanto por el vértigo ue nos producía la velocidad
de la bajada o porue los cartones eran fáciles de conseguir, sino ue
nos divertía muchísimo ue el sereno, rengo y gruñón, saliera de su
casilla a gritarnos hasta el cansancio y, luego de diez minutos de
furia alimentado por nuestra (supuesta) indiferencia, emprendiera
su ajetreado camino hasta la base de las montañitas, donde
comenzaba la segunda parte del juego: ocultarnos en el angosto
pasillo ue uedaba entre la pared del Complejo y el peueño tapial
de la cima de la pendiente para gritar, una y otra vez, desde
distintos puntos: ¡Cotonga! ¡Cotonga! ¡Cotonga!
El Cotonga, hoy jubilado, era de esos funcionarios de tal eiciencia,
dedicación y amor a los superiores ue se jactaba de cumplir con
cada una de las tareas asignadas por el Director de Deportes y
E
Ramiro Castro
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