El testigo Shakespeare: Un proceso judicial en el siglo XVII

AutorLaura L. Chalar
Páginas11-22
EL TESTIGO SHAKESPEARE: UN PROCESO JUDICIAL EN EL
SIGLO XVII
LAURA L. CHALAR
1. EL ESCRITOR FRENTE AL TRIBUNAL
Leer los registros de antiguas actuaciones judiciales es fascinante por muchas razones. En primer lugar,
la mente del abogado suele verse atraída por todos los formalismos, términos jurídicos, institutos y normas
aplicadas; es imposible escapar a la tentación de trazar paralelismos con la época actual, sea para destacar
los parecidos o maravillarse de las diferencias. Hoy en día, por ejemplo, el instituto de la dote, núcleo del
conflicto en el expediente que aquí se analiza, se encuentra perimido en el mundo occidental; sin embargo, en
el expediente hallamos muchos elementos sustanciales y procesales que siguen apareciendo habitualmente
en los procesos judiciales de hoy. En segundo lugar, estos expedientes, pese a sus limitaciones (en tanto
documentos altamente formalizados, no siempre nos traen la genuina “voz” de los participantes), abren
una inesperada ventana a un tiempo perdido, a épocas de las cuales no conservamos memoria propia, que
tendemos en muchos casos a considerar como “salvajes” y que, sin embargo, a veces nos deparan sorpresas:
en el caso que nos ocupa, por ejemplo, se cumple estrictamente con el principio del debido proceso, dando
a ambas partes su “día ante el Tribunal” y permitiéndoles presentar sus probanzas (que fueron exclusiva-
mente testimoniales) para articular reclamos y defensas. Los abogados deberíamos tener siempre presente
que estamos insertos en una continuidad jurídico-social que trasciende los siglos, y que ha regido las vidas
de incontables personas a lo largo de la Historia.
Por otra parte, por más ajeno y extraño que hoy pueda resultarnos el siglo XVII (o, de hecho, cualquier
época o sistema sociocultural que no sea el nuestro), las emociones y problemas humanos que se recogen
en estos documentos son atemporales. En el caso Belott c/Mountjoy, el rencor y el egoísmo, falencias muy
abundantes en la actualidad, ocupan un lugar preponderante. Al igual que en la mayoría de los conflictos
de hoy en día, el núcleo de la disensión era el dinero.
Pero hay algo más. Entre los nueve testigos que declararon en este juicio se encuentra una persona que
trascendió las fronteras cronológico-geográficas de su vida terrenal y se convirtió en quien muchos consideran
el mayor escritor del mundo. Sin embargo, para la empleada doméstica Joan Johnson, que brindó su testimonio
en aquella primera audiencia de mayo de 1612, el autor de Hamlet, Macbeth, Romeo y Julieta y tantas otras obras
magistrales era apenas “un Sr. Shakespeare que se alojaba en la casa”.1 Fue esta “maravillosa banalidad” la
que encendió el interés del investigador inglés Charles Nicholl, quien escribió un libro sobre el caso,2 por el
conflicto Belott-Mountjoy. Así hubiera visto alguna de sus obras representada (siendo analfabeta, Joan no
tenía la opción de leer las muchas ediciones pirata que circulaban), difícilmente esta mujer hubiera podido
calibrar el talento y la dimensión del inquilino de sus patrones: la fama universal de William Shakespeare
(1564 – 1616) no se consolidó hasta bastante después de su muerte, y Londres por aquellos años rebosaba
de talentos literarios.
Naturalmente, el lector moderno, que sí conoce los tesoros que nos dejó su pluma, espera algo especial
de la declaración del señor Shakespeare – algún atisbo de su mente privilegiada, de su don de letras, de su
maravilloso ingenio. Ese lector se verá sin duda decepcionado: la declaración testimonial del Bardo no es
particularmente interesante – ni siquiera, podría sostenerse, la más interesante del expediente. Las declara-
ciones eran recogidas por un funcionario del Tribunal, y es difícil desglosar en ellas las formas de expresión
1 Asimismo, el Bardo era “un tal [‘one’] William Shakespeare” para otro de los testigos, el gentilhombre Daniel Nicholas;
pero la expresión en inglés no tiene la connotación peyorativa del español, y podría ser incluso un formulismo empleado
por el receptor. Véase infra, declaración de Daniel Nicholas.
2 Charles Nicholl, The Lodger Shakespeare: His Life on Silver Street (Viking, USA, 2008). Recomiendo la lectura de este
interesantísimo libro y su apéndice documental a los interesados en conocer un capítulo poco difundido de la vida de
Shakespeare y, sobre todo, las características de un proceso civil en su época.

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