30 de julio de 1916

Se cumple un siglo de lo que seguramente sea el episodio cívico más importante de la historia del país: la elección de la Convención Nacional Constituyente de 1916. En setiembre de 1915 se promulgó la ley de elecciones que fijó las condiciones de votación.

A pesar de sus esfuerzos, el Partido Nacional no logró vencer la resistencia colorada que no aceptó que la representación en la convención reflejara de forma integralmente proporcional la expresión del voto del pueblo. Sí se fijó la universalización del voto masculino, con la obligatoriedad de la inscripción en el registro cívico bajo pena de multa y con la habilitación a votar a los analfabetos, jornaleros y sirvientes a sueldo.

Pero lo más importante de todo es que se obtuvo la garantía de que el voto del 30 de julio de 1916 sería secreto. Por primera vez se fijó una base de libertad y de igualdad para ejercer el sufragio que contrariaba la práctica exclusivista colorada en el poder. Así lo señaló el manifiesto del Partido Nacional de enero de ese año: "los partidos populares deberán medirse de igual a igual con un círculo gubernista que aplica a la consecución de sus miras un imperio absoluto sobre la masa de empleados públicos y de agentes policiales".

El voto secreto significó el triunfo de las ideas que habían defendido los blancos en 1897 y en 1904 cuando se habían alzado en armas por la libertad del sufragio.

La jornada del 30 de julio fue memorable. Primero, por la gran participación ciudadana: en cada elección desde 1905, el total de votos no había pasado los 45.000 en cifras redondas, pero esta vez concurrieron a las urnas 145.000 ciudadanos. Segundo, por sus resultados: unos 66.000 dieron la mayoría al Partido Nacional, frente a 58.500 para los colorados colegialistas y 14.000 para los colorados anticolegialistas.

Lo que estaba en juego era muy importante para la democracia que no terminaba de consolidarse.

El proyecto colegialista de José Batlle y Ordóñez, tras su teórica voluntad anti-personalista que terminaba con la figura del presidente de la República, escondía en realidad la férrea voluntad de fijar un orden legal que asegurara el poder en manos del Partido Colorado. En efecto, con la renovación anual de cada miembro del colegiado proyectada por Batlle y Ordóñez, el partido opositor tenía que ganar cinco elecciones seguidas para lograr la mayoría en ese cuerpo y poder entonces gobernar, lo que a todas luces hacía muy difícil la alternancia en el poder.

El Partido...

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