La mujer oculta

Hugo FontanaEL 22 DE JULIO de 1958 Jean Hilliker fue encontrada violada y estrangulada en uno de los tantos suburbios de Los Ángeles. Su hijo, James Ellroy, tenía entonces diez años y se enteró del incidente unas horas después, un domingo por la tarde, cuando volvía de pasar el fin de semana con su padre. Transcurridas casi cuatro décadas, Ellroy se había afincado en Kansas junto a su segunda esposa Helen Knode y se había convertido en uno de los escritores más importantes y leídos de Estados Unidos, con algunos títulos clave de la nueva novela policial como La Dalia Negra (1987) o L.A. Confidential (1990). Entonces regresó a California y, acompañado por un comisario de Homicidios ya fuera de servicio, reabrió el caso en busca del asesino que el Departamento de Policía jamás había identificado. El resultado de esa investigación fue Mis rincones oscuros (1996), uno de los libros más potentes y desgarradores de los últimos años.Ellroy estaba escribiendo por aquel entonces una trilogía integrada por América (1995), Seis de los grandes (2001) y Sangre vagabunda, publicada a fines del año pasado. En 2010 también anunció que estaba a punto de terminar un libro, The Hilliker Curse (La Maldición Hilliker), sobre su relación con las mujeres, siempre a partir de la poderosa sombra de su madre. El libro se edita ahora en castellano con el penoso título de A la caza de la mujer.HERMANAS DE TORTURA. Jean y su esposo se divorciaron en 1954 y una de las primeras cosas que ella hizo fue abandonar su apellido de casada. Alta, pelirroja, cuarentona, de profesión enfermera, los sábados por la noche solía frecuentar bares de solteros cada vez que el hijo se marchaba con su padre. Este, productor de poca monta en algunas fiestas de Hollywood, se vanagloriaba de haber tenido un breve romance con Rita Hayworth. Apenas separada, la madre le había preguntado a James con quién quería vivir, y cuando el niño le contestó que con su padre, ella le propinó una bofetada tan fuerte que lo derribó. James creció con el ingrato placer de la muerte de su madre y con la penumbrosa convicción de que ella no había sido otra cosa que una vulgar prostituta. Ninguna de las dos impresiones parece haberse borrado de su existencia, más allá de todos los conjuros que ha venido interponiendo entre él y su memoria, ya desde la literatura, ya desde la vida misma."Invoqué la Maldición hace medio siglo. Esta define mi vida desde que cumplí diez años", nos dice desde una breve introducción. "Los resultados...

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