Historia de amor

Luis Suárez cruzó el Atlántico detrás de algo más que una pelota y sin importar adónde.Le abrió los ojos. Y mirando directamente hacia ellos, pero apuntándole al corazón, le repitió mil y una vez que él podía. Que podía estudiar. Que podía llegar a ser lo que hoy es en el fútbol. O incluso más. Sofía ha sido el gran motor en la vida de Luis Suárez. Lo dice él. Lo dicen todos. Y Sofía fue el motor que lo impulsó a Europa, a donde Suárez entró por la puerta de atrás y de ojos cerrados.ynbsp;Groninga en español o Groningen en holandés, está lejos de ser de las grandes ciudades de Europa. Groninga está lejos, a secas. Pero Suárez escuchó Holanda y eso fue suficiente. Holanda es Europa y allí se encontraba desde hacía un tiempo Sofía.La bronca ha impulsado, a veces para bien y otras no, a Suárez. Y hubo pocas peores que enterarse, cuando daba sus primeros pasos firmes en las divisiones formativas de Nacional, que asuntos familiares se llevaban a su amada Sofía hacia Europa. Groninga no está cerca de Barcelona, que a comienzos de los 2000 pasó a ser el nuevo lugar en el mundo para Sofía; pero sí está más cerca que Montevideo. Por eso, cuando lo vinieron a buscar desde allí, no lo pensó dos veces.No le importó demasiado que el Groningen FC fuese un equipo acostumbrado a pelear por la permanencia en Primera y no por un título. No le importó que el fútbol holandés estuviese sumido en la sombra de las grandes ligas vecinas desde hacía décadas. No le importó ir a pelear con un escarbadientes por un lugar en un mundo nuevo, muy distinto a Salto y Nacional. No le importó y se fue. Allá estaba Sofía.Pero la vida le tenía preparado otro obstáculo. Cruzar Francia, una parte de Alemania y toda Holanda no era cuestión de todos los días. Menos para la vida de un futbolista. Groninga, en la práctica, no estaba mucho más cerca de Barcelona que Montevideo. Sofía seguía estando lejos.El técnico le decía que tenía que adelgazar, que tenía que tirarse menos, que tenía que controlar la ira. Le decía, en definitiva, que tenía que cambiar. Y por amor no solo al fútbol, por cierto, decidió cambiar."Le costó cuando llegó. Otro idioma, otro sistema, otra forma de vida, de pensar. Pero sacó a relucir su inteligencia y, sobre todo, su personalidad", cuenta Bruno Silva, quien lo recibió como compañero y compatriota en Groningen y luego fue recibido como compañero y compatriota por Suárez en Ajax.Recién llegado, sin saber el idioma, con la libreta de conducir fresquita, se subió al auto y...

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