Adictos al gasto

Lo habitual en los sistemas democráticos es que la oposición imponga límites a la pretensión oficialista de aumentar el gasto, como forma de aflojar la presión sobre el contribuyente.> > Así ocurrió de manera invariable durante el ciclo frenteamplista, de 2005 a 2019. La conducción económica miraba de reojo el déficit creciente y no paraba de expandir el gasto. Primero justificándolo por el llamado "espacio fiscal", esa ilusión de que las cuentas públicas mejorarían y que ello haría aparecer recursos hasta entonces inexistentes. Luego, las papas quemaban y se realizaban fuertes ajustes -lisos y llanos aumentos de impuestos- con nombres imaginativos como el de "consolidación fiscal". Y en paralelo, la oposición de blancos, colorados e independientes señalaba esas imprevisiones y clamaba por una contención de los egresos, como lo hace cualquier jefe de familia responsable. > > "Este gobierno es adicto al gasto", solía decir entonces la actual ministra Azucena Arbeleche. Y era así: la conducción económica astorista se manejaba un poco como las personas que no pueden evitar tarjetear un día sí y otro también, aún a sabiendas de que el mes que viene no tendrán dinero para solventar el estado de cuenta. > > Desde el pasado primero de marzo, todo cambió. El Ejecutivo ha elaborado un proyecto de ley de presupuesto que concreta esa imprescindible austeridad y es la oposición la que, irresponsablemente, demanda gastar más. > > No les tiembla el pulso en apelar a la demagogia, diciéndole a la gente que más plata del Estado en la calle, reactivaría el consumo. Pero la gente no es tonta y sabe que el gasto estatal sale de sus propios bolsillos, en forma de impuestos, o saldrá de los de sus hijos y nietos, en forma de endeudamiento. > > En estas semanas hemos escuchado incluso a legisladores del Frente Amplio expresar la idea de que salarios e inversiones públicas más altas y ambiciosas dinamizarían la economía, pero mostrándose incapaces de explicar quién proveería esos recursos. Dicen que tiene que pagar "el gran capital", un ogro de cuento de hadas que se estaría enriqueciendo con dinero que crece de los árboles, cuando la realidad es que las empresas agropecuarias, industriales y de servicios no resisten más impuestos y castigarlas en tal sentido equivaldría...

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