Amores reales e imaginarios

Podía sospecharse que el cine histórico británico, variante "ingleses bien vestidos", se encontraba al borde del abismo, pero Madonna se las ha arreglado para dar con él un paso adelante. Viendo que asumió tareas de productora, directora y colibretista, resulta inevitable concluir que la Chica Material ha encarado este proyecto como un empeño personal. No puede echarle las culpas a terceros por el resultado.De alguna manera el film es la crónica de tres obsesiones. Dos de ellas son reales. La primera es la del rey británico Eduardo VIII (James D`Arcy) por la norteamericana Wallis Simpson (Andrea Riseborough), que llevó al monarca a renunciar al trono y a convertirse en el errabundo y más inofensivo Duque de Windsor, para alivio de quienes conocían sus simpatías pronazis cuando la Segunda Guerra Mundial asomaba en el horizonte.La segunda es la de la propia Madonna con la historia. Es posible que la artista se sienta fascinada con Simpson, en quien probablemente vea una proyección de sí misma: la mujer transgresora que desafía al mundo. Para su película inventa una tercera obsesión: la de una joven (Abbie Cornish) que en tiempo contemporáneo padece un matrimonio conflictivo como el de Simpson y se identifica con aquélla, permitiendo que el film entrecruce su historia con la del romance real.El inesperado logro de Madonna consiste en que en lugar de contar solamente una historia que no importa (los amores de una arribista y un idiota que...

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