Arquitecto de la emoción

Rafael ReyESTE NO ES un libro de jazz. Ni siquiera es un libro sobre un músico de jazz. Una Vida Ejemplar. Memorias de Art Pepper es el testimonio de un adicto incurable -a la heroína, el sexo, la cocaína, las pastillas y el alcohol; en ocasiones a todo eso junto- con el don de soplar algunos de los fraseos más conmovedores, fiesteros y melancólicos que salieron alguna vez de un saxo alto, y que le valieron a Pepper ya no una mera igualación con Charlie Parker, sino la misma mención como el más grande saxofonista alto de la historia.Es, además, uno de los mejores libros en su género; una obra que demuestra que la capacidad narrativa de Art Pepper estaba a la altura de sus más recordadas grabaciones.SEXO. "Las únicas veces que mi madre me mostraba un poco de cariño era cuando estaba borracha como una cuba y el aliento le apestaba", cuenta. Su madre se había casado con tan solo 15 años con un marinero que la doblaba en edad. A los 16 la joven estaba embarazada y no quería saber nada con ser madre. Sus intentos caseros -y fallidos- por abortar, dieron a luz un niño en extremo frágil. Era el 1º de setiembre de 1925. Para desilusión de la madre y pese a los pronósticos médicos, que no tenían esperanza de que el niño llegara a los dos años, Art sobrevivió. No así el matrimonio de sus padres, ahogado en alcohol y violencia.A los cinco años llevaron al hijo a vivir con su abuela paterna. Para el niño la situación no habría de cambiar: "Yo la veía y me daba cuenta de que era una persona muy fría que no tenía el menor cariño. Me sentía aterrado y completamente solo. En ese momento advertí que nadie me quería. Nadie me tenía ningún afecto y yo quería morirme". El lector todavía no terminó de acomodarse, y ya Pepper se despachó con una crudeza y honestidad que no van a disminuir a lo largo de las más de 500 páginas del libro.Pepper fue un adicto desde la temprana adolescencia. "A los once años ya andaba completamente obsesionado con el sexo", recuerda. Durante años encontró más placer en el voyeurismo y la masturbación que en el propio acto sexual, y con frecuencia intimaba con mujeres sin llegar a concretar nada: en el momento de mayor excitación ponía alguna excusa y se retiraba, para masturbarse con tranquilidad.El punto de quiebre llegó en Chicago, durante una gira con la banda de Stan Kenton. Las giras insumían meses, lo que significaba mucho tiempo lejos de su esposa. Su indomable apetito sexual se saciaba con ocasionales admiradoras, las camareras de los...

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