'El arte no tiene sexo'

Una velada que puede atrapar tanto a clásicos como a románticos. El lunes 20 de junio a las 20.00 la sala mayor del Solís recibirá al notable pianista argentino Bruno Gelber, que ofrecerá un programa con algunas de las mayores partituras para piano.

De Beethoven interpretará el célebre Claro de Luna y la Sonata Nº 23 en fa menor, "Apassionata". En la segunda parte brindará Carnaval Op. 9, de Schumann, y Andante spianato y Gran Polonesa Op. 22, de Chopin. Entradas en TickAntel, a $ 400.

La figura del niño prodigio...

No, yo nunca fui un niño prodigio, de esos que los vestían con jabot para que se luciesen en los salones. Yo estudié música en serio, como se hacía en casa. Mi vocación creo que se desarrolló en estado fetal, y mi madre era muy respetuosa de la música: jamás me hubiera tratado como niño prodigio. Fui un niño adelantado y mi madre me planteó, cuando yo era muy chico, que si estudiaba música era porque yo quería, no por los demás. Pero a su vez, que tenía que hacerlo muy en serio, y era mucho estudio, técnica, trabajar el piano.

¿De niño, dar un concierto le era más fácil que de adulto?

De niño era absolutamente responsable al tocar conciertos. Mi primer concierto fue a los cinco años. Mi padre me llevaba al Colón, donde él trabajaba en la orquesta: yo entraba al Colón como si fuera mi casa. Mi madre me hizo hacer ese primer concierto y me acuerdo que salí a tocar feliz de ser el protagonista. Fue el único concierto que no tuve nervios. Mi padre me hizo concertista, porque me acostumbró a tocar delante de todo el mundo. Venía el cobrador de la luz, o quien fuere, y mi padre me hacía tocar. Me acostumbré desde chico a ser un poco el centro de la casa. Yo tuve la polio toda mi vida, desde los siete años, y eso dio más motivos para ocuparse de mí. Y yo respondía con seriedad.

Entonces no se imaginaba que el piano lo iba a llevar a una vida excepcional…

Le voy a ser franco: yo he vivido, lo que para los demás es excepcional, como algo natural, toda mi vida. Y para mí lo excepcional, es lo común de los seres normales. Todo el mundo sueña con viajar, y yo he andado por todo lo que se puede soñar, porque he conocido a las personas más conspicuas del mundo. He vivido espléndidamente esa vida. Pero conlleva una serie de preocupaciones: los aviones no salen siempre en hora, se pierden las conexiones. O en el hotel te ponen flores en la habitación, y al día siguiente a las ocho de la mañana están renovando el cuarto de arriba. Y nosotros...

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