La energía de cada día

Hace dieciocho años que necesitamos electricidad barata para desarrollar las industrias; y ahí están la celulosa y el hierro, como el arpa en el rincón oscuro esperando la mano de nieve que sepa templarla. > No voy a decir una palabra contra la regasificadora. Ni voy a ir contra el gobierno; no es mi intención. Esta es una diatriba contra los uruguayos. El presidente Mujica no es partidario de consumir mucho; el tiempo que perdemos en financiar chucherías, nos lleva la vida.

Aceptado. Pero cuando la vida sosiega demás, nos rebaja la imaginación y nos hace imposible alcanzar realizaciones. Ese letargo, esa abulia ¿no es la peor forma de malgastar el tiempo, vegetando?

La vida es la acción y es el peligro; es lo contrario, del bulevar de los sueños perdidos, calle de la desilusión. Esta ha de ser la frase más triste que escuché en mi vida. Alude luctuosamente a cuanto depende del futuro. Y no me refiero solo a los grandes sueños. Se da sin distinción de cuantía en lo referido al vivir con perspectivas. Un país son muchos proyectos que se formalizan o no; y que llegan a realizarse o no. Mirando el Uruguay hay grandes logros a disposición, para empeñarse y vencer. Elijo para esta nota, uno que cobró viento a favor, sin que hiciéramos nada. Durante mucho tiempo corrimos detrás de la energía. Es muy difícil vivir sin ella y nunca nos alcanzó.

La naturaleza no nos hace favores energéticos: el país dispone de una preciosa planicie ondulada con tapiz de gramilla y unas represas secadizas y muy poco más en materia de dones: no tenemos combustibles, ni minas, o yacimientos, ni hablar de share gas (que parecería que es asunto de estirar una mano y aparece por todos lados). > Pienso que en el bolsón de quedes que cargamos, el más paralizante es éste. La energía engendra todo y la falta de energía congela por completo.> Además de tener el suelo en contra, los uruguayos se encargaron personalmente de suprimir la electricidad abundante y barata. Una ley más pifiada que ninguna, la N° 16.832 fue la manera de crearnos un gran susto que ninguno de nuestros linderos tiene: “Prohíbese el uso de energía de origen nuclear en el territorio nacional.” ¡Cuanta flaqueza de imaginación!

Desahogado que fui del remordimiento de no nombrar la energía nuclear, paso ocuparme del azar que nos halaga. Ese es el tema amable en el cual quiero solazarme, después de estos palos a los queridos compatriotas.

Pasado un cierto alboroto verbal, nos salvamos de ser socios del vecino...

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