Cartas a Poseidón

EN UN RELIEVE DEL siglo V antes del Cristo que te suplantó, y que nos sirve para dividir en dos la infinitud del tiempo, están representados los doce dioses olímpicos en una larga hilera. Todos portan sus atributos, pero no está claro hacia dónde se dirigen. Apolo, Artemisa, Zeus, Atenea. Luego vienes tú. Tú vuelves la cabeza hacia Hera, pero ésta, jovencísima aún, situada detrás de ti, mantiene los ojos cerrados y no te devuelve la mirada. ¿Qué estás mirando? Reposas la mano izquierda en tu costado derecho y sujetas flojamente el tridente, esa peculiar arma que es tu seña de identidad. La empleabas para pescar, todos los peces te pertenecían. Aparecen de perfil, con aspecto asirio, babilónico, como si sus cuerpos aún no fueran capaces de desprenderse de la piedra. Por aquel entonces, tampoco nosotros habíamos sido capaces de desprendernos de ustedes. ¿Por qué te he elegido a ti? ¿Porque resido parte del año a orillas de tu mar? ¿O porque cada año, antes de mi partida al comienzo del otoño, me arrojo al mar desde las mismas rocas, aunque llueva o haga tormenta? Es mi manera de suplicar que se me permita regresar al año siguiente, ¿a quién suplicárselo sino a ti? Hace ya tiempo que buscaba a alguien a quien escribir, pero ¿cómo enviarle cartas a un dios? Sencillamente, es algo imposible y sin embargo yo lo hago. Con un rodeo. Las cartas que escribo las voy dejando en la playa, sobre una roca junto al mar, con la esperanza de que tú las encuentres. Te escribiré sobre cosas que leo, que veo, que pienso. Cosas que imagino, que vienen a la memoria, que me sorprenden. Noticias del mundo, como aquella historia de un hombre que se casó con una muerta. Puede que encuentres las cartas o puede que se las lleve el viento. Las escribo pensando que quizás aún te interese saber algo del mundo. No sé qué sucederá después, es imposible saberlo. Como mucho puedo imaginarlo. No se empieza por la respuesta. Siempre me he preguntado qué sentían ustedes los dioses cuando ya nadie les suplicaba, cuando ya nadie les pedía nada. Alguien debió de ser el último en invocarlos. ¿Quién sería? ¿Dónde? ¿Habían hablado de eso alguna vez entre ustedes? Vemos sus imágenes, pero ya no están aquí. ¿Sintieron envidia de los dioses que les sucedieron? ¿Se ríen ahora que ellos también han sido abandonados?TÚ ERES un dios, yo un ser humano. Lo mires como lo mires, éste es el status quo. Tal vez pueda preguntarte ahora lo que siempre quise preguntar. ¿Qué es un ser humano para ustedes? ¿Nos...

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