Los castillos de arena

Jimi Hendrix es pacíficamente aceptado como el mejor guitarrista de la historia del rock. En una de sus letras más logradas plantea a través de distintas historias cómo la vida tiene la fea costumbre de derrumbar los proyectos mejor planificados, los sueños más anhelados. La canción se llama, apropiadamente, “Castillos de arena”.

Siguiendo con la arena y con proyectos derrumbados, es razonable imaginar que la decisión del presidente Vázquez de paralizar las obras del coliseo deportivo financiado por Antel debe haber pinchado varios sueños en su propio gobierno. De pique el de la ministra y expresidenta del ente, Carolina Cosse, que lo había lanzado a todo vapor y lo tenía como frutilla de la torta de su gestión. También el de la saliente intendenta de Montevideo, Ana Olivera, que había prometido entregar una obra terminada antes del final de su mandato en ese predio donde supo erigirse el mítico Cilindro Municipal, derrumbado en condiciones nunca aclaradas.

De hecho, ambas jerarcas habían sido foto de tapa de El País apenas días atrás, cuando encabezaron una recorrida por las obras. La reacción de algunos sectores del oficialismo ante la decisión no fue corta en adjetivos. Tal vez el exintendente Mariano Arana haya sido el más duro, ya que dijo que la misma es “un desastre” y una peligrosa muestra de “falta de audacia”. Algo sorpresivo para quienes recuerdan aún que Arana fue el principal opositor en otros tiempos de la Torre de Antel. Otros tiempos. También el futuro jefe comunal capitalino, Daniel Martínez, criticó la decisión de Vázquez, y dijo que “la situación del país no es tan dramática”.

Aunque nadie elevó los decibeles al punto de la exprimera dama Lucía Topolansky, en su momento gran impulsora de Cosse, quien dijo directamente que “la obra debe seguir”, y recordó -como a la pasada- que “son conversaciones en momentos en que se empieza a discutir un presupuesto”. Frase que, para alguien con mentalidad conspirativa, podría sonar muy parecida a una amenaza.

Desde el entorno del presidente, y sobre todo desde el Ministerio de Economía, se justificó la decisión con dos argumentos de peso. Por un lado que el costo real de la obra era más del doble de lo que se había dicho en un inicio, elemento anticipado en la pasada campaña por Pedro Bordaberry. Y por otro, que en tiempos de estrechez presupuestal en el Estado, no parecía lógico gastar casi US$ 100: en un estadio deportivo.

Pero la medida de Vázquez genera de inmediato dos preguntas...

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