La ceguera

Si reconocer un problema es el primer paso para encontrar una solución, negarlo es garantía de que nada cambiará. Quien cree que hace todo bien no solo carece de autocrítica. Se está amputando la posibilidad de evaluar si hay algo que puede hacer mejor. Si hay errores que pueden subsanarse. Si el que piensa diferente puede tener, aunque más no sea, algún punto que merezca ser contemplado.

Al gobierno que nos gobierna lo ha ganado la soberbia. Y lo está perdiendo esa misma soberbia. No se ha quedado ciego. Está ciego. Ve lo que vemos todos, todos los días. Pero ha decidido no ver. Negar la realidad. Y confrontar, cada día con mayor dureza, a quienes se atrevan a decirle que está equivocado.

El que piensa diferente es el enemigo. Es la derecha. El que cuestiona algo de lo que se está haciendo es un desestabilizador y oportunista al que solo le interesa desplazar a la izquierda del poder. El que interpela a un ministro y pide su remoción es un irresponsable. ¿Y acaso no era eso lo que hacía el Frente Amplio (FA) cuando era oposición? ¿Por qué las cosas son buenas para el Uruguay y los uruguayos cuando las hace el FA y maquiavélicas y despreciables cuando las hacen los demás?

Si el senador Pedro Bordaberry cuestiona al ministro Bonomi, este puede recordarle que fue criado por un padre que disolvió las cámaras y dio un golpe de Estado. ¿Tiene la culpa Bordaberry de todo lo malo que hizo su padre? No. Pero poco importa cuando se trata de demonizar al adversario. ¿Y qué pasaría si del otro lado alguien recordara el pasado no ya de los padres de Bonomi, Mujica, Topolansky, Rosencof, Engler y compañía, sino de ellos mismos? Ya sabemos. Se le vendría la jauría encima.

Y así con...

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