Contendientes para un duelo

Esta novela no fue escrita para la comodidad ni la seguridad del lector. Es decir, este libro no busca a un lector "aspiradora" que guste de enchufarse a un argumento afanosamente entretenido, para así obtener la energía suficiente que lo lleve por cientos de páginas, aspirando y alimentándose de detalles. No. Ese modelo de lector y ese tipo de escritor seductor son incompatibles con El pincel y el cuchillo; también con la narrativa de Felipe Polleri.EL LECTOR. Quizás una de las posibilidades más precisas de entender qué busca Polleri del lector es citar algo que dijo en una entrevista que le hicieron para la revista Ñ (20.10.11), del diario Clarín. Durante la conversación, el periodista le comentó: "La sensación suya es como que está en un cuadrilátero, dándole duro al lector, hasta noquearlo". Y Polleri respondió: "Sí, pienso que sí, que le estoy dando duro, que le estoy pegando y quiero que se la banque, que aguante. Digamos que, en la medida en que disfrute de los aspectos formales de la literatura, se lo va a bancar, de lo contrario es un mal lector. Pero bueno, también tengo que contenerme, todos tenemos rebeliones".El pincel y el cuchillo es otra novela exponente de esa relación exigente que Polleri entabla con sus lectores; también noquea a otros, incluso antes de subir al cuadrilátero o apenas segundos después de comenzar la lectura. Por ejemplo: en este breve texto, de apenas 111 aireadas páginas, lo primero que se lee es algo dicho por la lengua del narrador personaje y, a continuación, en el mismo parlamento, ese narrador acota y luego habla. Sin embargo, lo normal o convencional es que en el diálogo directo literario hablen dos o más personajes y que eventualmente acote un narrador. El "desajuste" con que Polleri pulveriza la normalidad de la lectura desde el comienzo es que pone en un mismo nivel de enunciación lo dicho por una representación patológica de la realidad (esa lengua que habla), la acotación del narrador personaje y su voz racional.Para una postura narrativa convencional, esta novela pudo empezar con una secuencia descriptiva o expositiva sobre la psicosis del personaje, y luego recrear eso en el diálogo. Sin embargo, Polleri elige otro camino más arriesgado: narra desde dentro de la psicosis, desde el padecimiento de esas disociaciones de la realidad. El lector tiene que meterse de cabeza y en la cabeza de esa situación vivencial para entenderla como un estilo encarnado por una intención estética y una situación de vida...

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