Los creyentes

En ciertos asuntos es menester ver para creer. En otros no. El diccionario dice que crédulo es aquel que tiene disposición a creer. Se puede hablar de un pueblo crédulo con la misma propiedad que se habla de una persona crédula. El Uruguay, por efecto de su cultura de moderación, era un país de gente circunspecta y, hasta cierto punto, desconfiada. Ha dejado de serlo.El vertiginoso crecimiento electoral que tuvo el Frente Amplio en los últimos años del siglo pasado no tiene una única explicación: tiene varias. El uruguayo todos bien sabemos es muy de votar en contra: está más firme en lo que rechaza que en lo que abraza. Pero también es verdad que muchos uruguayos se volcaron hacia la opción frenteamplista no porque se hubieran convencido a último momento de la ideología marxista (justo cuando ésta entraba en quiebra fraudulenta) sino porque se sintieron sinceramente movidos a abrirle un crédito a una fuerza política que todavía no había gobernado.La izquierda tradicional, la del cogollo ideológico marxista-leninista, ésa se movió siempre en el ámbito de la fe. Fe en Stalin, fe en la revolución, en la clase obrera como motor único del progreso social y todo el resto de la milonga. Y, a la vez, no creyeron en el GULAG, en los campos de trabajo forzados, en las purgas, en el sofocamiento militar de Hungría o de la primavera de Praga, y en una cantidad de hechos absolutamente verificables.Los votantes nuevos del Frente Amplio, aquellos que lo hicieron subir desde el 12% histórico hasta su volumen actual, creyeron que ese partido, llevado al gobierno, les depararía prosperidad tranquila, justicia social y transparencia...

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