Cristina Peri Rossi: una mujer, dos patrias y todo lo que cabe en una vida de exilios

Era 7 de febrero de 2022 y en Uruguay hacía un buen día: el sol caía sobre todas las cosas y, a pesar del verano, había un calor seco, agradable. Era siete de febrero y en Barcelona hacía meses que no llovía. Cristina Peri Rossi se sentó en el apartamento que alquila en la zona de Les Corts, un distrito al oeste de la ciudad y leyó esta pregunta: "¿Qué ve, ahora, desde la ventana más cercana?". Entonces miró hacia afuera y escribió: "En este momento contemplo, desde el amplio ventanal, de un piso 12 el cielo crepuscular del final de una tarde luminosa. Es invierno, pero hace meses que no llueve y la contaminación impide ver el mar. Alrededor tengo algunos libros y muchas maquetas de barcos".Cuatro meses antes, el 10 de noviembre de 2021, Cristina había llamado a un médico para que fuera a verla por un broncoespasmo. Cuando en febrero de 2022 conteste vía mail las preguntas de El País dirá: "Mi salud ha cronificado todos sus males, de modo que no estoy bien".Pero ese día, el 10 de noviembre de 2021, en medio de una pandemia que la terminó por recluir en su casa, antes de cumplir 80 años y después de la visita del médico, recibió la noticia.Ella, que nació en una familia de emigrantes pobres, que creció en Montevideo, que a los tres años se enamoró de su madre y que hizo todo y más para protegerla de un padre alcohólico, que aprendió a leer sola, que se fue a la casa de sus tíos en el campo para curarse de la tuberculosis, que pasaba las tardes escarbando la tierra y explorando las plantas y los insectos, que comía poco y que prefería el caldo y el dulce de leche. Ella, que un día le preguntó a su abuela por qué no podía usar pantalones, que tenía cinco años cuando se enamoró de una mujer de 17, que una vez dijo de sí misma que fue una niña valiente y con principios. Ella, que con seis años juntó todas las monedas de su alcancía y las puso en una bolsa para dárselas a un hombre de ojos celestes que dormía en las calles de su barrio, que leyó todos los libros de la biblioteca de su tío, un galán con aires de caballero inglés y vocación de europeo. Ella, que en ese mundo repleto de hombres Antonio Machado, Amado Nervo, Albert Camus, Miguel de Cervantes, Gorki, Juan Ramón Jímenez, Virgilio descubrió a Virginia Woolf, Alfonsina Storni y Safo de Lesbos y entonces supo que ser mujer y escritora era una combinación que podía resultar dañina.Ella, que estudió literatura comparada y dio clases en distintas instituciones, que ganó tres premios literarios el de Narrativa Arca por Los museos abandonados , el de Novela...

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