Uno de cuatro menores de 17 años tiene las arterias dañadas

En Uruguay 1 de 4 niños y jóvenes sanos, que juegan, estudian o trabajan con total felicidad y despreocupación tienen una bomba de tiempo en su interior. Sus arterias ya se dañaron y, si no lo detectan y toman medidas, quizá no lleguen a ser abuelos.

Un estudio realizado en el primer semestre de este año entre 350 niños y jóvenes de 3 a 17 años descubrió que la cuarta parte, tenía dañadas sus arterias a pesar de ser "sano" en apariencia. Ninguno había consulado al médico por un tema cardiovascular ni sospechaba tener algún problema en su corazón ni en su aparato circulatorio. No habían sentido ninguna molestia pero su cuerpo no estaba tan sano como ellos y sus padres pensaban.

El trabajo fue desarrollado por el Centro Universitario de Investigación, Innovación y Diagnóstico Arterial de la Facultad de Medicina (CUiiDARTE) junto con el departamento de Pediatría y el Servicio de Cardiología pediátrica del Centro Hospitalario Pereira Rossell.

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Años atrás, CUiiDARTE detectó que 1 de cada 5 adultos "sanos" (20%) tenían sus arterias obstruidas y corrían un alto riesgo de sufrir un infarto de un momento a otro. Ante esa realidad, quisieron saber qué sucedía con los uruguayos más pequeños, los que todavía no habían acumulado tanto daño en esa suerte de árbol con canales que llegan a cada rincón del cuerpo y son claves para vivir.

"En los países desarrollados han empezado a detectar tempranamente y/o evaluar el grado de extensión de alteraciones arteriales muchas décadas antes que los problemas mayores existan", contó Daniel Bía, profesor adjunto de Fisiología y director de Cuiidarte. Ese fue el objetivo del trabajo.

Para detectar las alteraciones en las arterias de niños y jóvenes los especialistas realizaron una serie de estudios específicos que fueron más allá de las convencionales radiografías, estudios de sangre o tomas de presión arterial en el brazo.

Evaluaron al detalle la circulación de la sangre en nueve estudios diferentes. Entre ellos, analizaron la presencia y la composición de placas que pudieran obstaculizar el paso de la sangre (ver gráfico). Segundo, utilizaron un equipo similar a un ecógrafo y, colocándolo sobre el cuello, pudieron medir el espesor de la arteria carótida (lleva la sangre al cerebro y la cara y es una de las primeras en dañarse).

Cuando comienza a haber alteraciones, las paredes de las arterias experimentan cambios de espesor en sus capas. "Es bastante intuitivo que si...

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