Se debate nuevamente la visión de que el capital debe estar gravado

Los ejecutivos claman que las tasas de los impuestos a las empresas de Estados Unidos son las culpables de la debilidad económica. La campaña de Mitt Romney acusa a Barack Obama de llevar adelante una "guerra al capital". De hecho, la imposición al capital de Estados Unidos es más turbia que confiscatoria. La tasa de impuesto a las sociedades de 39,2% (incluyendo impuestos estaduales y locales) es la más alta del mundo, pero ciertas lagunas hacen que la mayoría de las compañías terminen pagando un 27,6%, similar a la tasa efectiva de 27,4% de Gran Bretaña y más baja que la de 31,6% de Alemania. La tasa de impuesto a las ganancias de capital de Estados Unidos, del 15%, es más baja que en muchos países. Y aun si Romney es el defensor más ardiente del capital, ambos hombres concuerdan en la necesidad de reformas. Esto más que una batalla es una pequeña escaramuza.La lucha más interesante está dentro de la economía. Para una generación entera, el mensaje de la profesión sobre los impuestos al capital ha sido simple: cuanto menores, mejor. La mayoría de los economistas preferirían ningún impuesto sobre los ingresos de capital. Este aparente fanatismo tiene sus raíces en modelos razonables, desarrollados en los setenta y los ochenta y construidos sobre una agradable simplicidad. Los impuestos inevitablemente implican trade-offs. Los gobiernos gravan a fin de financiar bienes públicos y limitar la desigualdad, pero los impuestos no son un "almuerzo gratis". Las personas y las empresas responden -un impuesto a las zanahorias, por ejemplo, reduce el consumo de zanahorias- y esas respuestas distorsionan la economía y pueden reducir su tasa de crecimiento potencial.En estos modelos, la desigualdad era vista como un problema de diferencias en los pagos, mejor atendida a través de impuestos a los sueldos. Se entendía que los impuestos al capital tenían grandes costos. El capital, o los ahorros invertidos en producción nueva, aumentan el crecimiento futuro y el consumo. Si un impuesto a los ingresos de capital desalienta la inversión, ese impacto se proyecta indefinidamente hacia el futuro. Como resultado, un impuesto cero sobre los ingresos del capital debería ser preferido, incluso por individuos que no tienen esos ingresos. Los economistas se volvieron insistentes en pedir tasas impositivas reducidas, y los hacedores de políticas respondieron. Las tasas máximas de impuesto a los ingresos de capital en Estados Unidos y Gran Bretaña cayeron en más de la mitad desde los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR