Después de la borrachera

No sé cómo, dónde o por qué fuimos a ver, o nos encontramos, al abogado Óscar Gans. Había sido Primer Ministro de Carlos Prío, el último presidente constitucional cubano. Tenía fama de honrado e inteligente.Gans escuchó con interés nuestra ilusionada algarabía y solo atinó a decirnos una frase enigmática que no he olvidado: "Las revoluciones son como las grandes borracheras ... el problema es la resaca".La resaca era la sensación de hastío, de hartazgo, de mala digestión, de "por qué me emborraché e ingerí esa mezcla absurda de alcoholes que hoy me hace sentir tan mal". La resaca es lo que en otras latitudes llaman el "ratón".A los pocos meses entendí lo que Gans nos había querido transmitir. Comenzaba la resaca. Estábamos en manos de unos revolucionarios iluminados, guiados por consignas aprendidas en los cafetines, dispuestos a cambiar a punta de pistola las señas de identidad de una sociedad que tenía varios siglos de existencia. Un país que, hasta ese momento, a trancas y barrancas, había sido receptor neto de inmigrantes, el mejor índice que se conoce para medir la calidad de cualquier conglomerado humano.Fidel, el Che Guevara, Raúl Castro, y unos cuantos tipos más, audaces e ignorantes, estaban decididos a liquidar una imperfecta democracia liberal, regida por una Constitución socialdemócrata, totalmente perfectible, y transformar ese Estado en una dictadura prosoviética sin propiedad privada, ni derechos humanos, y mucho menos separación e independencia de poderes.Simultáneamente, echaban sobre los hombros de los cubanos la responsabilidad de "enfrentarse al imperialismo yanqui" y transformar el planeta para imponer a sangre y fuego el "maravilloso" modelo social desovado por Moscú desde 1917.Actuaron velozmente. A los 20 meses habían logrado el 90% de sus objetivos domésticos. En octubre de 1960 no existían vestigios de libertad de prensa. No había grupos políticos diferentes al "movimiento único" creado y sujeto férreamente por el Máximo Líder, de manera que, en su momento, les fue fácil llamarlo "Partido Comunista".No había escuelas ni universidades privadas. Tampoco había empresas medianas o grandes en poder de la "sociedad civil". Todas fueron asumidas por el Estado mediante un simple decreto. La dictadura totalitaria se había consumado, repito, en un 90%.El 10% restante ocurrió el 13 de marzo de 1968. En esa fecha, Fidel Castro perpetró un larguísimo discurso en el que anunció la "ofensiva revolucionaria". Acabó con el...

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