Después de la pandemia

Ya es bastante desgracia sufrir este cuadro con los números en su pico más agrio y apenas insinuando que los contagios se enlentecen, como para agregarle a la crisis sanitaria la congelación del repertorio político con un lenguaje que parece preelectoral.> > En medio de una lucha sin tregua ni descanso, aparecen los que achacan soberbia al Presidente Lacalle. Son los mismos que no diagnosticaron soberbia en el antecesor, que no iba una semana entera a la oficina, no se hacía interrogar por los periodistas y se marchaba raudo a pescar sin fotógrafos, mientras crecía la desocupación y el Uruguay quemaba su mejor bonanza internacional en el mayor endeudamiento de su historia. > > Son los mismos que no sintieron el grado de soberbia que exhibió el otro predecesor, que circulaba, sí, pero protegiéndose de toda responsabilidad tras su coraza fortificada por aleación de banalidades, groserías del pensamiento y lenguaje de letrina. > > El gobierno hizo muchas cosas muy bien, entre las cuales merecen aplausos estar respetando la libertad tanto como es posible y haber conseguido que la ola más amarga nos llegase lo suficientemente tarde como para hallarnos en plena vacunación.> > Si el cuadro no da para que nos sintamos campeones, tampoco da para que todo lo miremos bajo la dialéctica de unos contra otros ni para que le pongamos signo político a un quehacer noble donde son legión los que trabajan por defender nuestra salud sin preguntarse qué votaron. > > La manía de cuantificarlo todo hace que vivamos pendientes de los guarismos de cada día, pero no es legítimo que perdamos de vista que como personas, como ciudadanos y como país estamos llamados a...

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