Al encuentro del héroe desconocido. Lo chiamavano Jeeg Robot (Lo llamaron Jeeg Robot), de Gabriele Mainetti

AutorCarlos Diviesti
Páginas27-29
AL ENCUENTRO DEL HÉROE
DESCONOCIDO. Lo chiamavano Jeeg Robot
(Lo llamaron Jeeg Robot), de Gabriele Mainetti
Carlos Diviesti
27
Como todos sabemos el Tíber está contaminado, aunque no estudié lo
suficiente el tema como para asegurarles si está contaminado en toda su
cuenca o si el mayor grado de polución podemos encontrarlo a la altura de
Tor Bella Monaca, por donde viven Enzo Ceccotti, Alessia, Sergio el padre
de Alessia , y donde el Zingaro tiene su oficina-aguantadero. Será que todo
lo eterno se pudre por algún lado que algunos barrios romanos le deshacen
los bordes a la ciudad o directamente le corrompen el centro, razón demás
para lanzar una aseveración temeraria: Roma está podrida, como Dinamarca
en los tiempos de Hamlet, aunque debemos considerar que Roma es una
ciudad mucho más vieja, tan vieja como nuestra civilización. Pero volviendo
al Tíber debemos considerar también que aquel río que acogió en su cauce a
Rómulo y Remo, los fundadores de Roma (y aunque efectivamente haya sido
Rómulo el fundador, no debemos quitarle méritos a su hermano gemelo),
cuando el infanticida encargado de asesinarlos a pedido del rey Amulio
quien elimina a toda la descendencia masculina de Numitor para que nadie
lo sucediera y así hacerse con el trono, y manda matar a los hijos de Rea
Silvia, su hija vestal, quien tiene a sus gemelos con Marte, el dios de la guerra,
cuando las familias disfuncionales tanto se parecían a las distopías
apocalípticas , no se atreve a matarlos con sus manos y le encarga la tarea al
Tíber, que el Tíber, aún contaminado, tiene propiedades curativas, mágicas,
imperecederas.
La pudrición de Roma, hoy, o un lustro atrás, no tiene epopeya sino olores
nauseabundos, esos que larga el agua estancada en su antigua gloria y que, a
nuestro pesar, se impregna en nuestra piel como una costra invisible.
También en Roma hay desencanto, desánimo, miseria. Ningún romano
puede sentirse orgulloso de la camorra que los circunda más allá de que sean
muchos los que se benefician económicamente con ella. Atrás quedaron los
tiempos no tan lejanos en los que la izquierda se encaramó como la
esperanza italiana, después de tantas décadas de fascismo real o de fascismo
larvado, y esa esperanza se diluyera en las borrascas de la burocracia y en los
intestinos del poder. Por eso nadie debe sorprenderse si cuando Enzo
Cecotti, por escapar de la policía después de robarse un reloj cerca de la
Fontana di Trevi, y corre, corre, corre hasta que no le dan más las piernas, y
se tira al río porque otra no le queda para burlar a la ley, se cae dentro de un
barril con un signo parecido a los signos de peligro y queda untado de la
AÑO IV / N° 37 / SETIEMBRE-OCTUBRE 2021

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