La familia unida puede con todo

Los Increíbles fueron toda una sensación hace 14 años y gracias a ese impulso se ha vuelto una parte distintiva de Pixar, su productora, mostrando una permanencia en tortas de cumpleaños y merchandisings varios. Era, en ese sentido, todo un desafío continuar un éxito que basaba mucho de su encanto en la originalidad. Hace unos años consiguieron arruinarle la magia a Cars, por lo que siempre hay que ser prudente.

En Los increíbles 2 , hay otras garantías. Por un lado es un proyecto de Brad Bird, el mejor director del sello y el que ya le dio dos Oscar: por la primera parte de esta saga y por su siguiente película, Ratatouille. Ha dirigido, además, dos películas no animadas, Misión imposible: Protocolo Fantasma y Tomorrowland que no estaban mal y lo confirmaron como un director confiable y con cierta inquietud.

Más allá de esos ejercicios, su terreno original es la animación, en donde ya estaba antes de llegar a Pixar: su El gigante de hierro, es uno de las últimas grandes animaciones 2D en la que, además, pintaba un mundo nostálgico con referencias, para el caso, de la clase B de la década de 1950.

Esa mirada cariñosa a un subgénero, es una de las cosas buenas que tenía la primera Los increíbles. Allí se presentaba a una familia nuclear en la que todos tenían un superpoder (menos el bebé Jack Jack) y combinaba dos grandes desafíos que no son para cualquier superhéroe: combatir el mal y sacar adelante una familia. Su principal acierto era combinar esas dos tareas en una aventura imaginativa y muy graciosa incluso en la versión que vimos en Uruguay con doblaje porteño que incluía a Ruben Rada como Frozono; esta vez se recurrió a un neutral español latino.

Aunque sin la sorpresa de la primera este...

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