El fin de una época

Enseguida de procesado, el ex Ministro Lorenzo salió sonriente, alentado por hinchada entusiasta, llevado en andas por la dirección de una campaña sectorial que proclama “aquí no ha pasado nada”.Estremece, pero no sorprende. Es que esa algarada fue tan solo un reflejo más de la resobada tesis del Presidente Mujica: “las razones políticas priman sobre lo jurídico”. Pronunciado en lenguaje coloquio-presidencial o teatralizado a la salida de un Juzgado de Crimen Organizado, el dislate es el mismo: sentirse por encima o más allá del Derecho.La aplicación de esa actitud tiene una singularidad: el ex Secretario de Estado proclamó su inocencia, pero consintió el procesamiento, en vez de apelarlo aportando nueva luz y nuevos énfasis, en un caso donde las responsabilidades no las encarnó el Ministro de Economía a solas y donde sus argumentos dejaron abundante tela para cortar. Es lástima que no haya sometido su situación al control de la Alzada, asumiendo la carga de demostrar que actuó legalmente.Pero más allá de la situación personal del ex Ministro Lorenzo y del coprocesado Calloia, a la vista de los resultados que genera la malhadada tesis, se nos impone, rotunda, una nueva realidad: ha muerto la larga época en que fue degradado el Derecho.Se lo menospreció, calumniándolo como instrumento de las clases dominantes y olvidando que su función es precisamente proteger al débil. Se le disolvieron los principios, hundiéndolos en las aguas cenagosas del relativismo e ignorando que ellos son “experiencia a cuenta” y escudo de todos. Se lo describió como un sistema objetivo e impersonal, recortándole las raíces afectivas y culturales que lo entroncan con la vida y la persona. Se le amputaron los clamores de conciencia.Por sus amargos frutos terminamos de conocer...

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