Los frutos de la rehabilitación

La tierra está prolijamente trabajada y las plantas verdes y cuidadas; parece una chacra. Pero con solo levantar la mirada, los cercos, las rejas y los alambres de púa que rodean el lugar, hace caer en la realidad: se trata, en verdad, de una cárcel. En el kilometro 23,500 de la ruta 107, se encuentra el Centro de Reclusión número 7 de Canelones. Allí desde hace más de cuatro años, un grupo de presos trabaja en el mantenimiento y cuidado de una huerta.

Carlos Pastorino, es el recluso que lidera el proyecto. Fue él quien dio los primeros pasos y comenzó reciclando la basura que se generaba en la cocina de la cárcel con el objetivo de producir humus. Al poco tiempo, el subdirector de la cárcel le planteó la idea de crear una quinta y así poder darle utilidad a esa materia orgánica que estaba produciendo.

"Antes en este lugar había un basurero. Comenzamos con un predio de 50 metros cuadrados y con dos especies: zanahoria y cebollas. Hoy tenemos cerca de 300 metros cuadrados y más de 40 variedades de plantas", explicó Pastorino. Según cuenta al principio costó mucho lograr esa expansión. "No querían hacer nada en ese lugar porque el cerco perimetral estaba muy cerca. Al principio nos decían que lo hiciéramos a seis metros del alambrado, luego nos permitían hasta 4 metros hasta que al final nos dejaron utilizar todo el lugar", indicó el recluso.

El miedo de las autoridades policiales de la cárcel era que en ese mismo lugar, varios años antes, unos presos habían realizado un túnel con el objetivo de escapar.

Por lo general lo que se cosecha se utiliza para el consumo de la cárcel. "Lo usamos para la cocina de los oficiales y para la de los presos. Por política dijimos que cualquiera que viniera a pedir algo para comer, sin importar del módulo que viniera, se le iba a decir que sí. Y con eso logramos que cuiden la huerta y no hagan destrozos", contó Carlos.

Boniatos, tomates, zanahorias lechugas, albahaca al limón, morrón, apio, orégano, ciboulette, tomillo, y chía son algunas de las variedades que cultivan los presos. Según Carlos, han llegado a sacar hasta 750 lechugas y 6 bolsas de boniatos.

Pero el uso personal, no es para lo único que emplean las plantaciones. Gracias a la ayuda de Huertas Comunitarias Montevideo (HCM) liderados por Inés Velazco y el chef Diego Ruete, los reclusos cuentan hoy con un enorme banco de semillas. "Solemos plantar casi 10 veces más de lo que necesitamos, y el excedente, a través de HCM, va a parar a los comedores...

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