Los Grimm con flamenco y toros

Hay una madrastra malvada, una hijastra en peligro, personajes excéntricos que ayudan, y una suerte de "príncipe encantado" muy particular.La historia es conocida, por supuesto, y el nombre de Blancanieves lo vocea desde el título. Sin embargo, lo que el director español Pablo Berger ha hecho con el viejo cuento infantil es, por cierto, bastante personal.Su primera opción fue trasladar la acción a la España de los años veinte del pasado siglo, y enmarcarla en un universo reconociblemente español: los toros, el flamenco. La segunda fue rodar su película en blanco y negro y muda (no silenciosa, porque la música ocupa un espacio muy importante en ella). De esa manera, el cineasta apunta a dos objetivos: por un lado, permear la historia con una reconocible identidad cultural, y por otro homenajear al propio cine mudo de la época en la que transcurre la acción. La película puede ser vista, casi, como si hubiera sido efectivamente rodada en los años veinte, y el ojo de un cinéfilo entrenado reconocerá seguramente la cantidad de guiñadas que pueblan la pantalla (el director ha confesado su admiración por Gance o Dreyer, y también cita al expresionismo alemán y su derivado sonoro, el cine de terror de la Universal).Berger sabía que corría un riesgo. Imaginó su película antes de que Michel Hazanavicius diera a conocer su exitosa El...

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