Heroismo de utilería

La semana que acaba de transcurrir deja abundante material para reflexionar. Los noticieros de televisión han mostrado un Montevideo asaltado, explotando con violencia y desorden, en las afueras del Codicen y en la rambla de los Pocitos.

Los motivos de unos y otros desmanes son diferentes, pero a poco que uno reflexione se verá que la actitud de los montevideanos que actuaron en ambos escenarios tiene bastante en común. Los simpatizantes de Peñarol, que rompieron todo lo que tenían a mano para festejar, encuentran satisfacción en una conducta orgiástica desplegada en un escenario de gran visibilidad elegido a ese efecto. Por el otro lado, muchas de las manifestaciones y marchas de los docentes -que vienen desde hace semanas- han tenido características parecidas: hay bombos y pitos, se enarbolan carteles con dibujos de esmerada confección, hay muñecos de la ministra Muñoz que son incendiados, las maestras saltan y cantan estribillos ingeniosos: no se aprecia mucha diferencia con los comportamientos típicos de las hinchadas. El destrozo, en el caso de los docentes, es invisible -la cabeza de los jóvenes- pero el sentido de la escenificación es parecido.> > Ninguna de estas manifestaciones colectivas tiene ni puede tener relación específica con algún logro en particular. El paro de los docentes consigue lo mismo que el paro de los taximetristas cuando matan a un chofer o el de la construcción cuando cae de los andamios un albañil: pérdida de jornales y molestias o daño a quien nada puede hacer para cambiar las cosas. Es lo mismo que los destrozos de los barrabravas en la rambla. Se trata de afirmaciones de enojo o directamente de poder y de impunidad (tanto penal como, lamentablemente, social).> > La irracionalidad es, si se quiere, más vistosa en los gremios docentes. Se les oye decir que perder clases por los paros es formativo para los jóvenes, o...