Un hombre a contracorriente

Charles de Montalembert pertenece a ese admirable grupo de hombres a contracorriente, que por serlo, su memoria carece de lugar en los panteones de los grandes relatos. Fue de los hombres más inteligentes, formados y comprometidos de su tiempo, pero la historia lo ha dejado en un conveniente olvido, compartido por otro lado, con casi todos los pensadores católicos liberales del siglo XIX.

Su infancia y juventud, cruzada por varios caminos, marcaron singularmente su destino. Su padre se exilió en Londres durante la revolución francesa, peleó en los ejércitos contrarrevolucionarios y luego en la caballería británica. En 1808 se casó con la aun protestante Élise Rosée Forbes, hija de James Forbes, un personaje fascinante: explorador de la India y el África, sabio, escritor prolífico y artista, Charles nació en Londres en 1810 y, en los hechos, ante un padre ausente y una madre poco dedicada fue criado por su abuelo. El gusto por el esfuerzo y el trabajo fueron una de las marcas de esa educación que por otra parte fue extremadamente respetuosa del niño, al punto que nunca pretendió educarlo en la fe protestante.

Con la caída de Napoleón la familia regresó a Francia y su padre inició una opaca carrera diplomática, que le permitiría al joven Charles conocer buena parte de Europa y recibir una esmerada educación. A los 17 años ya había conformado sus ideas fundamentales: “¿No sería espléndido mostrar que la religión es la madre de la libertad?” y dos años más tarde: “Si el catolicismo ha de triunfar debe tener a la libertad como su aliada”. Su refinada cultura no fue ajena a los debates literarios de su tiempo y adhirió a los grandes autores románticos.

En 1830 entra en la escena como protagonista cuando se une a Félicité de Lamennais, y Henri Lacordaire en el diario L’Avenir. Sus ideas producen escozor a derecha e izquierda.

En un contexto fuertemente anticlerical, el 7 de diciembre de 1830 manifiestan sus ideas fundamentales: Por un lado no reniegan del ultramontanismo francés que implica la defensa de la autoridad absoluta del papado en materia religiosa, pero proclaman la libertad de conciencia, la separación de la Iglesia de Estado, la libertad de enseñanza –hasta ese momento en manos exclusivas del Estado--, la libertad de prensa, de asociación, la descentralización administrativa y la extensión de los derechos electorales.

Los artículos de Montalembert se ocuparán también de la autodeterminación de los pueblos y la tolerancia hacia las...

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