A huevazo limpio en pleno corso

Pasó otro Carnaval por La Pedrera, un balneario que fue paraíso escondido durante décadas y hace unos años se volvió punto de atracción masivo debido a una fiesta autoconvocada que en este 2018 movilizó un operativo policial inusitado, a fin de evitar invasiones a la propiedad privada, robos, excesos dionisíacos y venta de sustancias prohibidas por primera vez, como la espuma en spray.

Solo este producto obligó al decomiso de unos 1.600 tarritos, pero las advertencias y fiscalizaciones no pudieron impedir del todo su comercialización ni su uso en un escenario en donde cualquier veraneante puede encarnar a un arlequín o a un pierrot, a Gargantúa o a su hijo Pantagruel, y a la vez constituirse en espectador de lo que sucede en su entorno, en una celebración que no deja fuera lo grotesco ni hasta lo escatológico, y por eso lleva a que algunos residentes cerquen sus casas con alambres de púa, por lo menos durante 24 horas.

En verdad, la lista de prohibiciones impuestas a los carnavaleros es extensa y extendida en el tiempo. Antes de que existiera Uruguay, en 1818, cuando la Banda Oriental estaba bajo dominio lusitano, los invasores prohibieron en Carnaval "arrojar huevos de avestruz, de gallina y de otras aves grandes, ni otra cosa que pueda molestar al público". Sin embargo, este juego recién desapareció en el siglo XX y fue sustituido por el lanzamiento de bombitas de agua. En la república constituida, en 1830, por ejemplo, se promovieron denuncias públicas a través de la prensa a propósito del abusivo empleo de contundentes "huevos quebrados" o en mal estado.

Los huevos pasaron poco después a rellenarse con agua de colonia, fueron retobados con trapos y protegidos con cera coloreada. Ante eso, el 8 de febrero de 1831, un edicto policial prohibía en Montevideo que se jugara con huevos en las calles, ni por las azoteas, puertas y ventanas, ni en el Coliseo si había funciones teatrales. Quienes contravinieran la disposición eran arrestados durante los días de Carnaval y los que vendieran los huevos sufrirían "la pérdida de ellos".

A pesar de tal rigor, en 1840 se multiplicaron los cantones o vanguardias familiares, organizadas para combates de huevos de gallina, avestruz o gaviota, un divertimento que "civilizaba" otros más bien medievales, cuando los útiles no eran ni más ni menos que gatos.

En 1852, firmada la Paz de Octubre del 51 que puso fin a la Guerra Grande, un edicto del Jefe Político Miguel Solsona volvió a prohibir los huevos, así...

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