La iglesia y estado

Un siglo y medio atrás había en nuestro país un problema estruendosamente debatido: la separación de la Iglesia y el estado. Actualmente se trata de un asunto superado; la Iglesia Católica y el estado uruguayo están separados y todo el mundo está de acuerdo que eso es lo mejor para ambos.La izquierda uruguaya, sin embargo, sigue hoy defendiendo con uñas y dientes una unión de ese tipo. No se refiere, naturalmente a la Iglesia Católica pero sí a una utopía obligatoria, a una actitud devota, al peso de lo doctrinal, al acatamiento religioso a su autoridad, rasgos éstos que caracterizan a la izquierda dogmática.La separación de Iglesia y estado terminó siendo aceptada por todos porque resulta evidente que para el manejo de la sociedad sobretodo si se trata de una sociedad moderna, compleja y que valora la democracia los dogmas no pueden ser lo que oriente las decisiones gubernamentales en el orden de la economía, las relaciones internacionales, la defensa nacional y demás. Los gobiernos tienen que ser laicos.La izquierda uruguaya más o menos como todas las izquierdas del mundo funciona de un modo religioso. El tipo de adhesión que se reclama de sus miembros es religioso; la lealtad practicada y exigida también lo es, así como la forma de conducción o ejercicio de la autoridad en su seno.Este funcionamiento de tipo religioso se puede ver en lo que vulgarmente se conoce como bajada de línea y el brazo de yeso, es decir, el voto regimentado desde arriba, sea en las asambleas sindicales o estudiantiles, sea en el Parlamento. En esas instancias pongamos por caso los diputados y senadores los individuos acatan una indicación u orden a votar algo aún si está en contra de sus convicciones personales. No me refiero a episodios como el reciente de aquellos senadores frentistas que...

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