Igualdad popular

El gobierno corporativo es un mal programa para cualquier sociedad que aspire a practicar la democracia y la justicia social: no asegura la representación de todos los intereses (sino los de los grupos más fuertes), pone a las instituciones de todos al servicio de algunos y no puede reflejar la complejidad existente en cualquier sociedad contemporánea. Esto explica porqué los defensores del gobierno corporativo son figuras que se van hundiendo en el pasado, como Mussolini, Franco y Primo de Rivera. El mundo democrático opta por la representación política: ciudadanos representando a ciudadanos.Esto mismo ocurre en Uruguay: hace mucho tiempo que aquí no se escuchan voces que propongan sustituir la representación política por la corporativa. Tal vez el último que lo hizo fue Juan María Bordaberry en un memorándum del año 1976 dirigido a los mandos militares. Pero lo que sí hay en Uruguay son defensores de fórmulas mixtas: según esta visión, puede que el gobierno corporativo sea malo como solución global, pero es un buen complemento de la representación política. Siendo el corporativismo una idea habitualmente impulsada por la derecha más antidemocrática, es curioso que, entre nosotros, esta propuesta sea sostenida por la izquierda.¿Es bueno complementar la representación política con mecanismos de representación corporativa? La respuesta es claramente negativa. Se trata de una muy mala idea, porque atenta contra uno de los principios básicos del orden democrático que es la igualdad política.La idea de que todos somos iguales a la hora de ejercer ciudadanía está en el corazón de nuestra tradición institucional. Su aplicación más visible es la igualdad de voto. En una sociedad democrática, el voto del pobre vale lo mismo que el del rico...

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