Improperio

El pedido de disculpas del presidente Mujica por su exabrupto sobre el control a las mujeres no satisfizo a nadie. Acaso sin proponérselo, su respuesta desnudó lo que el presidente piensa sobre las relaciones entre adversarios pero también sobre los resguardos a que obliga su investidura.No es la primera vez y no será la última en la que Mujica desprecia públicamente lo que entiende apenas como formalidades del cargo. Se trata en realidad de las dimensiones simbólicas y aun fácticas de su cargo, universalmente aceptadas para jefes de gobierno y otros altos dignatarios.El comunicado deja la sensación de que Mujica se disculpa ante la constatación, que consigna sin emitir juicio de valor, de una ley no escrita según la cual "los presidentes no tienen el humano derecho `a calentarse` ante improperios", sino que deben actuar como si fueran "de mármol como las estatuas". Así las cosas, estamos ante un sarcasmo, una ironía o un reconocimiento a desgano de una regla en la que no cree, pero no ante una sincera disculpa.Pero deberíamos preguntarle a Mujica qué pasaría si no fuera presidente y cuál cree que sería una conducta aceptable en un hombre público o un ciudadano cualquiera, enfrentado a la misma situación que pretextó su respuesta. Todo el lío comenzó cuando el periodista Martín Lees de Subrayado le preguntó qué opinaba sobre el pedido de renuncia del presidente del BROU, Fernando Calloia, hecho por los nacionalistas, entre otras razones por la designación de Gonzalo Fernández como...

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