Injusto

El caso de la madre de un escolar procesada por agredir a una maestra es algo más que un hecho delictivo. La brutal agresión, pretextada por una observación de la maestra hacia la conducta de su hijo, revela en qué ambiente y con qué valores se crían buena parte de nuestra infancia.Estamos ante un sector de la población altamente vulnerable, integrado por menores que aprenden de sus madres y padres al menos dos lecciones: la primera es la justificación de las faltas de conducta en lugar de aceptar sus consecuencias negativas; la segunda es la afirmación de que las diferencias entre las personas se pueden arreglar a las patadas. Incluso si el otro está en el piso. Una doble legitimación de la violencia que seguramente ya habrá experimentado en el hogar y que constituirá acaso la verdadera cárcel en la que cientos de niños y niñas corren riesgo de quedar atrapados.Cuando se promueve la rebaja de la edad de imputabilidad penal se busca aumentar el castigo a adolescentes que padecieron situaciones similares a las del alumno de la escuela 115.La sociedad uruguaya está abrumada por la delincuencia y en su desesperación, apela a lo que tiene a mano para defenderse. La mayoría de la población parece resuelta a aumentar el castigo a los adolescentes a partir de los 16 años de edad, quizás porque se trata de la única solución mágica que aún no se intentó.Hace veinte años, la bala de plata era la creación de nuevas figuras delictivas y el aumento de las penas. El resultado no fue más seguridad sino más delitos y más delincuentes. Las cifras de encarcelamiento de Uruguay...

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