La inseguridad golpea sin abrir esperanzas de calma

Un verano de calor, días de playa excepcionales, menos turistas de los habituales, aunque en una caída que no llega a catástrofe. Este 2013 los uruguayos han comandado el turismo. Pero las sorpresas siempre están a la orden del día: robos y asaltos a tres comercios de un flamante shopping a plena luz del día, luciendo los ladrones la calma de elegir la casa de crédito que más les conviniera. Ese panorama se ha convertido en gran parte de nuestra existencia: balazos, heridos y cifras crecientes de homicidios, ante la visión oficial que niega los totales justificando que fueron cometidos por las fuerzas policiales en la tarea de represión, como si todo no naciera de un hecho delictivo de los tantos que la sociedad vive a diario.Los turistas no escaparon a la ola de violencia. En lugar de recibir las mayores garantías en seguridad, ante el hecho delictivo, cuando formulan la denuncia, se enfrentan a un dedo acusador que los responsabiliza por no haber convertido su casa de veraneo en una fortaleza. Y además reciben un "coscorrón" por haber dejado las ventanas sin protección. Pensamos que la obligada tarea de garantizar seguridad a los visitantes que vienen a descansar y a dejar sus dinerillos en alquileres, restoranes, inversiones y demás gastos no puede suplirse con un rezongo de tono escolar y no cumplir con las obligaciones de los servicios de seguridad del Estado. Una queja que no se oye en ningún balneario europeo donde la norma es ofrecer un descanso tranquilo y seguro.En ese incesante acoso de la delincuencia, desde el raterillo que roba la ropa en las playas, hasta el que busca los grandes valores o llega a casas de veraneo, aparentemente con todos los datos que aseguren el botín, entregado por manos que hasta hoy no se han detenido, aunque se repite, como un hábito, que están individualizados. Y hay muchos turistas que a partir de los primeros días de enero decidieron buscar un paliativo en forma individual o barrial. Sabemos que en Pinares de Maldonado se ha contratado el publicitado personal de seguridad o "222" para vigilar, cada turista o propietario de una casa en esa zona paga 5 mil pesos y con sus vecinos asegura cierta vigilancia en la cuadra. Hay otros barrios sobre la Playa Brava que se organizaron y adoptaron una medida similar. El balneario, poco a poco, se va convirtiendo en lo que nadie desea, un coto de seguridad, supliendo privadamente una tarea ineludible de las Fuerzas Públicas. Este obligado camino sin duda afecta directamente el...

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