Invocar con sutileza lo infinito

UNO DE LOS mayores problemas de la literatura latinoamericana es el difícil intercambio bibliográfico entre los países del continente, cuyo sector editorial, salvo en México, Argentina y Chile, es relativamente débil, con pocas posibilidades de distribución fuera de fronteras, y poco competitivo ante los grandes grupos editores multinacionales. Esta dificultad, mitigada gracias a Internet, se agrava para los libros de poesía, de los que no se espera gran venta. Por eso debe agradecerse el trabajo de varias casas editoras uruguayas (en especial Hum y Yaugurú, pero no son las únicas), que en los últimos años insisten en publicar poetas latinoamericanos y también extra regionales. >Excluyendo tres antologías personales, Terral es el sexto libro de poesía que publica Felipe García Quintero (Colombia, 1973), y ha recibido en 2012 el primer premio del XIV Concurso Nacional de Poesía “Eduardo Cote Lamus”, convocado por la Gobernación de Norte Santander, Colombia.Inicia el volumen esta cita de Dylan Thomas: “And death shall have no dominion” (Y la muerte no tendrá dominio) que indica uno de los ejes del poemario: la poesía trabaja para que lo querido –personas o instantes– no muera o por lo menos no se muera del todo. Esto lo subrayan los varios poemas in memoriam , pero también otros, referidos a momentos de infancia, que pueden disparar en el lector la evocación de sus propias vivencias, como por ejemplo “Gol”, cuyo final se transcribe: “Inmarchitable gloria es la derrota que llena esta mañana de la hierba eterna, la noche insomne del primer gol.// En la foto ocho niños callados aún juegan ya sin su viejo balón.” .Esta conciencia de la mortalidad, ante la que el poeta no puede hacer más que juntar los restos (migajas o cenizas) y construir con ellos algo que sobreviva, no le da a la poesía de este colombiano un tono lloroso, sino por el contrario una pudorosa y lúcida alegría. Como se ve enAMA DE LLAVES:El plumero casi junta la ceniza que empaña el aire cada día./ Aunque poco logra el puño contra la indeleble mancha, barre las voces del tiempo y el vaho de la mañana es una mota de silencio en la ventana./ Lo advierten los otros cristales y el umbral de las puertas donde el pulso no llega, tampoco el temblor de la escoba que hurga lo oscuro de la esperanza./ En los platos sucios lo que acumula el hambre o la derrota./ Al cabo de la jornada toda paciencia consiste en recoger las migas de la mesa, los pasos del suelo, sus huellas del polvo./ Cierta y tan vana...

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