Libertad de expresión

Por eso, es también la piedra en el zapato de las tiranías. No en vano los totalitarios le temen como a la peste y suelen recurrir a la censura para librarse de ella, sin darse cuenta que en la mayoría de los casos lo único que logran es hacerla más necesaria, deseada, y a sus usuarios más ingeniosos.> > Pero no siempre la censura baja desde el poder. A veces también la piden los que andan entreverados con el pueblo. De un lado y del otro del pensamiento político. Desde la izquierda y desde la derecha. Sobre todo la muy izquierda y la muy derecha. > > Así, en estos días, se pudo ver cómo la indignación multicolor la emprendió contra la murga Cayó la Cabra por unos versos dedicados al fallecido Ministro del Interior Jorge Larrañaga, y reclamó su censura. > > Un poco antes habíamos presenciado cómo la indignación progre llamó a cancelar a la escritora Mercedes Vigil por expresar sus ideas respecto a los presos de Domingo Arena. La cruzada alcanzó su punto máximo de ridiculez cuando una librería de la capital, en un gesto de moralismo patético, anunció el retiro de sus estanterías de todos los títulos firmados por la citada autora.> > Ahora bien, más allá de estos deslices -y de la desafortunada aparición en la Deustche Welle de aquel colaborador de Yamandu Orsi interpretando a un payasesco cuco alquilado-, la libertad de expresión en nuestro país goza de muy buena salud. Y eso nos permite no solo opinar con total tranquilidad, sino también aprovechar otro de sus grandes beneficios: la información franca y de primera mano que pone a nuestra disposición.> > Cómo sabríamos quiénes son y cómo piensan les murguistes progresistes de Cayó...

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