Libros en hogueras

Hoy, 23 de abril, es el Día para homenajear al libro. Día para hablar del largo derrotero seguido, desde los pergaminos que se enrollaban sobre si mismos, a la amable voz del moderno “Narrador” de Windows, que nos lee en voz alta desde la computadora. Día para decir, una vez más, que el libro es un instrumento que expresa el potencial de la razón.Personalmente, prefiero elogiar la vocación profunda del libro. Ya sea que retrate realidades rotundas o fantasías que, indirectamente, cuestionan a la realidad, el libro es, en sus mejores expresiones, un invento peligroso. Cuando el cubano Leonardo Padura describe una cena que incluye buñuelos de banana, carne estofada, vegetales aderezados y un buen postre, que hacen que el detective Conde pregunte a la cocinera, asombrado, cómo hizo para reunir tales manjares, el simple “no pregunten, coman” de la respuesta, retrata la escasez, el mercado paralelo, el sofocado secreto que habita en la Cuba contemporánea. > Trazos que Padura logra sin proponerse ser opositor al castrismo. Un buen libro puede hacernos entender el peso y la asfixia que provoca un burka sobre la mujer que lo viste; la desesperación con que se aferra a la mano de su madre un niño que ingresa a una cámara de gas. > Esa fuerza delatora del papel, siempre se combatió con fuego. En la Florencia del siglo XV, que bullía de renacimiento y arte, se quemaron por inmorales todos los libros que señaló Savonarola como candidatos a la “Hoguera de las Vanidades”.En el capítulo VI deEl Quijote, se realiza undonoso escrutinio de la biblioteca del caballero de la triste figura, quemando todos los libros de caballería que lo habían enloquecido, así como los de poesía, por ser esta unaenfermedad incurable y pegadiza. Probablemente, la quema...

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