De nosotros mismos

El Uruguay ha tenido un crecimiento económico fenomenal en los últimos diez o doce años. Lo dicen las estadísticas y se nota en la calle: algunos sectores más y otros menos como sucede siempre, pero el PBI es tres o cuatro veces mayor de lo que era.Ese crecimiento económico proviene, naturalmente, de varias fuentes pero la principal es el agro. El campo es una máquina de generar dinero y ha transformado los usos y el paisaje del interior del país. No faltan aquellos a quienes irrita la imagen del estanciero rico y por eso tienden resignados y arteros a atribuir esa explosión económica exclusivamente a los precios internacionales de las commodities. Los precios han sido excepcionales, es verdad, pero eso no debe opacar el componente humano, el esfuerzo nacional inteligente que se ha aplicado, a las técnicas de trabajo, la genética, la organización empresarial y cientos de aportes de ese tenor, todos made in Uruguay.Pero a lo que apunto y lo que quiero subrayar es que, tanto el gobierno actual como el anterior en cuyo lapso ha tenido lugar este fenomenal desarrollo, no tuvieron nada que ver. No tuvieron nada que ver ni en los precios ni con la calidad de los emprendimientos y sus resultados. Este Uruguay rico lo ha construido el esfuerzo privado. Es importante que todo el mundo se de cuenta de esto.El gobierno hizo bien poco; lo frena su ideología y, sobretodo, lo frenan sus complejos. Vive todo el tiempo en la desconfianza ¡cuidado: la gente de campo se está enriqueciendo mucho! Y ahí vienen los impuestos y la prohibición de las sociedades anónimas y toda la milonga sobre la concentración de la tierra, al compás de los apolillados acordes de “a desalambrar”.Pero, además de la desconfianza del gobierno (y la del Frente Amplio que es su cuna) está la...

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