Las molestias del Derecho

Declarada la inconstitucionalidad de la ley Nº 19.931 -votada de medida para el concurso de Pluna-, se despeña una catarata de efectos que saltan a la palestra pública con fuegos que nada tienen de artificiales.Y sí: vuelta a vuelta, el Derecho resulta incómodo, porque no es un líquido amniótico donde acunar ensueños sino un arma de la inteligencia y la voluntad para enderezar lo que viene torcido.Cuando declara una inconstitucionalidad, el Derecho genera molestias, claro que sí, porque a todos vuelve a recordarnos que su verdadera función no es ordenar la sociedad con una regulación automática -como livianamente suele darse a entender- ni sujetarla con corsé de fierro a mandatos teñidos de ideología, como impúdicamente han deslizado los sostenedores de que lo político pasa por encima de lo constitucional.Cuando se declara una inconstitucionalidad, lo que molesta es el fuste, el vigor y la majestad de la Constitución, como expresión racional de la soberanía.Es que el sacudón de una inconstitucionalidad hace sentir, a todos los ciudadanos atentos, que es verdad que la función del Derecho es obrar valorativamente sobre la convivencia, empujando el pensamiento jurídico hasta más allá de las fronteras previsibles. Esa labor la desempeñan los Magistrados que, a plazo fijo, ocupan los escaños que les son deferidos en la Suprema Corte de Justicia, pero sus votos no resultan de las etiquetas ideológicas -"conservador", "liberal", "izquierdista"- que a capricho les enjaretan los doloridos que todo lo flechan. En realidad, esa misión la cumple el Derecho desde su esencia de pensamiento vivo, que le permite, en el mismo movimiento gestor, regenerar el orden público y sin embargo quedar siempre sometido a él, por encima de marbetes de izquierda o derecha.Para entenderlo desde afuera como...