Sobre la muerte de la lectura

Hace cinco o seis décadas, las vacaciones de julio eran una tregua para que los niños dedicaran algunas horas a la lectura.ynbsp;Esa experiencia abría una ventana a la imaginación a través de los relatos infantiles (Grimm, Andersen, Carroll, Perrault, Collodi) y de paso ayudaba a familiarizarse con el lenguaje escrito, descubriendo palabras, giros y ritmos narrativos que sin sentirse iban construyendo una base para el relacionamiento futuro del individuo con su lengua, con la posibilidad de expresarse y con la riqueza de su propia prosa.>Gradualmente, empero, el vínculo de la niñez y adolescencia con los libros ha ido extinguiéndose, en parte porque ya no se transmite como antes de padres a hijos y en parte porque este siglo del audiovisual ha impuesto un lazo de mayor impacto sobre los menores, generado por la portentosa riqueza de la imagen, por el cauce de fantasía que habilitan los trucos digitales y por la mayor facilidad de absorber una historia a través del mensaje visual. Un texto es de acceso más lento y de digestión menos espectacular.Esas son las variantes de una cultura contemporánea que desde la aparición del cine, hace casi 120 años, abrió un universo para la contemplación que antes no existía, aunque su verdadero alcance solo fue comprobándose paulatinamente a través del siglo XX. De cualquier manera, el abandono juvenil de la lectura es un hecho consumado que cierra algunas puertas y traspone otras, porque todo lo que ha quedado atrás en materia de fantasía a través...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR