Mujica en la Casa Blanca

Esta historia reúne a tres protagonistas engañosos, cuya biografía es de ciencia ficción, pero no. Una vez puesto en su orden, el relato puede convertirse (una vez cada muchos millones), en algo milagroso, como es el caso; se trata de encadenamientos reales, vivamente significativos.Julissa Reynoso nació en la Republica Dominicana y sus padres entraron a EEUU como inmigrantes clandestinos; vivió en el Bronx, el barrio más pobre de la ciudad; y llevada por su talento y su carácter, hizo una increíble carrera; es la embajadora más joven de Estados Unidos y es deslumbrante. Julissa acompaña a un visado extraordinario: no, para asistir a la ONU, rodeado de medidas de seguridad extremas y hablar pomposamente en la asamblea total, sino, sencillamente, para abrazarse con el presidente en la Casa Blanca y compartir con él, un proyecto que mejora el mundo.Cuando Julissa nació, el Presidente del Uruguay José Mujica, había sido gravemente herido por la policía y estuvo sepultado en vida, en Paso de los toros, metido en un pozo hondo, tapado por un puente desarmable. En ese entonces, el Presidente de Estados Unidos, tenía 14 años y vivía en una isla lejana.Copio dos fragmentos de la autobiografía de Barack Obama, publicada en 1995, bajo el título “Los sueños de mi padre:”-- Esta historia, dijo mi abuelo materno, sucedió en un bar de Waikiki. El ambiente estaba alegre, comimos y bebimos con el sonido de una guitarra hawaiana, cuando de pronto un blanco se quejó dirigiéndose en altas voces, al dueño:-- ¿Quien me obliga a mí, a beber una copa, al lado de un negro? > Se hizo un silencio que cayó como si fuera plomo y la gente se volvió hacia tu padre, esperando una pelea. Pero mi padre se levantó, se acercó al desconocido, sonrió y sin apurarse, le propinó un sermón sobre la locura de la intolerancia y la promesa del sueño americano en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.El ofensor que nos había desafiado, se quedó en silencio; movía las manos sin saber qué hacer; se sintió tan incómodo, que tanteó en sus bolsillos, sacó un billete de cien dólares y se lo dio a su interlocutor, sin decir palabra.Mi abuelo concluyó: Así pagamos el consumo de todos y le quedó plata a tu padre ¡para pagar el alquiler del mes!En otro pasaje, Obama se refiere a sí mismo: > -- No me di cuenta en ese momento que era demasiado joven para entender todo lo que significaba para mi vida, que en el censo figurara comohijo de padre ausente; así mismo, era demasiado joven para saber que...

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