Las musas de un poeta del amor

"El Darno era un hombre muy romántico, muy dedicado a la persona que amaba. Y muy absorbente. Era de los que te dejaba esquelitas cotidianas. Y eran siempre una declaración de amor, bellamente escrita", evoca Chichila Irazábal, quien durante 13 años fue pareja del notable cantautor.

Claro que ese lado caballeresco, idealizador de la dama, propio de un trovador, tenía su contracara. "El lado atormentado es que era muy celoso. Siempre estaba pensando que te fijabas en otro, o que lo ibas a dejar", agrega Irazábal, periodista de gastronomía, buscando con cuidado las palabras justas para describir a un ser rico en matices.

"A su manera era un seductor. Pero no era una persona que estuviera seduciendo mujeres. Nunca lo vi flirtear. Lo que pasa es que seducía igual. Resultaba atractivo a las mujeres. Y también estaba su aspecto de desvalido: todas las mujeres querían ser su madre. Hasta mi propia madre. Eduardo venía a casa y mamá siempre estaba pensando qué cocinarle", cuenta Chichila, quien prefiere que se difunda la imagen más clara del músico, más que su lado oscuro.

Darnauchans e Irazábal vivieron una larga historia de pareja, que comenzó en dictadura y terminó en democracia. "Eduardo lo único que aprendió a hacer, a lo largo de los años, fue arroz. Y lo hacía perfecto. Y ayudaba en las cosas de la casa. Un día se declaró en rebeldía: no quería fregar más los platos. Y yo le propuse que yo me cocinaba lo mío y me lavaba lo mío. Y él se cocinaba y se lavaba lo de él. Pasaron tres días, el Darno se aburrió de comer arroz con panchos, y me dijo: vamos a volver como antes, tú cocinando y yo...

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