Un niño espera

• Autor: Carlos Diviesti
• Páginas: 34-37

SN: 2393-7955 AÑO IV / N° 31 / ENERO 2021

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UN NIÑO ESPERA

Carlos Diviesti

El 21 de enero de 1921, hace poco más de cien años, en el Carnegie

Hall de Nueva York se estrenaba una película cuyos ecos sobre el futuro

evidentemente no se agotaron al final del siglo XX. En «El pibe» («The

kid», el primer largometraje de Charles Chaplin y una película para la

que aún hay renuencia a considerarla importante) respiran por igual el

aliento dickensiano de su anécdota y los gases que emanaban de las

chimeneas de las fábricas durante la revolución industrial, cien años

antes de su rodaje. Porque Charles Chaplin (un niño criado en la

pobreza derivada de la tecnificación de la mano de obra de aquella

revolución sin precedentes, y un hombre de sólida posición económica a

quien se le había muerto su primer hijo tres días después de nacer)

quería reflejar su propia vida en esta película, algo muy poco

investigado por entonces porque el cine recién cumplía un cuarto de

centuria, no dejaba de ser un fenómeno de feria para muchos, y la

biografía de sus artistas tenía siempre algún pespunte fantástico.

Chaplin, quien tal vez ya se hubiera acostumbrado al éxito del

Vagabundo, su personaje insignia, quizás se preguntó cómo puede un

creador permanecer ajeno a su propia existencia. Es una posibilidad

entre tantas, pero dónde se nutrió Chaplin para elaborar su pantomima

más que en las calles de su Londres natal, cuando a lo mejor él y su

hermano Sidney debieron correr tras su madre cuando la atacaban esos

cuadros de demencia que sufría. Cómo no sentirse solo, vulnerable,

temeroso, si constantemente estaba rodeado por personas que lo

obligaban a ser fuerte para enfrentar el miedo feroz a sentirse

abandonado. La raíz del humor siempre es amarga: esta película nunca