La “extorsión”que no fue tal

La mejor prueba de que a blancos y colorados no les conviene pelearse entre sí es la excitación y la alegría que sus diferencias suscitan en la izquierda y en ciertos medios de comunicación. Lo ocurrido la semana pasada con la supuesta “extorsión” de Lacalle Pou a Bordaberry demuestra hasta qué punto se pueden agrandar las cosas y convertir un simple diálogo telefónico en una escandalosa figura del Código Penal para regocijo y beneficio exclusivo del Frente Amplio.> El “¡hay que pegarles ahí!”, la tosca exhortación de la senadora Topolansky a sus compañeros en la escalinata del Palacio Legislativo, lo dice todo. Una andanada de pullas llegó desde la izquierda en donde se celebró con estruendo la “brecha” abierta entre los partidos tradicionales. Y lo más importante: la reacción del común de la gente confirmó que cualquier riña entre quienes deberán concertarse en la segunda vuelta es vista como un anuncio de las desavenencias que acecharían a un gobierno de coalición blanqui-colorado.Poco después, cuando el tema fue rebajado por los presuntos contendores a la condición de “malentendido” y quedó probado que la “affectio societatis” entre ellos seguía intacta, las chances de desalojar al Frente Amplio de la Torre Ejecutiva volvieron a su cauce. Esa es la meta que Lacalle, Bordaberry y sus seguidores no pueden perder de vista. El sistema de balotaje los obligará a trabajar juntos en noviembre cuando se juegue el control del gobierno entrante y allí, a diferencia del caso de Montevideo, no será preciso acudir al Partido de la Concertación para concurrir unidos a las urnas.La acción de ambos líderes será decisiva para conservar esa unidad en los próximos 70 días. Para ninguno de ellos será fácil lo que viene. Porque más allá de las...

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