País de leyes

Con emoción porque en tiempos imperfectos, de convulsiones e incertidumbres, con la independencia sometida a precariato desde 1828, sin que se hubieran aplacado las ambiciones vecinas sobre el territorio, los patriotas reunidos en la Plaza Matriz daban partida de nacimiento formal al ser oriental que desde 1811 se gestaba y que hacía dos años había visto la luz.

Constitución, pacto, contrato cuyas seguridades Artigas sentía que en su tiempo no se habían logrado. Todo ello se consideraba logrado y se iniciaba así la dura y ardua tarea de gobernar y de acatar al gobierno; de reconocer derechos preexistentes y de respetarlos en la realidad; de votar leyes y que se cumplieran; de aprobar sentencias y que se hicieran verdad en el caso real; de hacer primar el gobierno civil; en fin de funcionar como una nación civilizada. Ya se encargaría la realidad de mostrar cuán difícil era "trasladar a los hechos lo que dicta afiebrado el pensamiento" al decir de Herrera.

Muchas veces los hechos se llevaron por delante al texto, al papel. En 1898, en 1934, en 1942 y en 1973 sucesivos golpes de estado pasaron por encima de la legitimidad, del voto popular. Más de seis veces hemos pretendido mejorar los mecanismos de su funcionamiento. Pero sin lugar a dudas en el subconsciente más hondo de todos nosotros, aun sin conocer ni fechas ni artículos concretos, sentimos más que sabemos, que hay cosas que se pueden hacer y otras que no; que hay actitudes compatibles con la convivencia y otras que no; que hay una manera de consultar la opinión de un grupo, sea club de barrio o partido político o toda la nación y ella es contar quiénes están de un lado y quiénes de otro, llevando la voz cantante el que más apoyo tiene, pero sin que ello desmerezca a quien tuvo menos.

¿Respetamos la Constitución, no de boca sino en nuestros actos personales o colectivos? ¿La respeta el gobierno? ¿Los partidos? No siempre. El Parlamento aprueba normas flagrantemente inconstitucionales a sabiendas, como lo hizo la legislatura que creó los municipios y estableció la manera de elegirlos. Abiertamente con burla a una de las más preciosas garantías electorales. La violan todos los administradores de todos los niveles que hacen caso omiso se ríen de los controles del Tribunal de Cuentas. La desconocen las leyes que implican gastos que no se financian. Los legisladores que reparten mandatos. Los intendentes que resignan competencias. Los que olvidan que el funcionario lo es de la nación. No es...

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