La patota sindical

Cuando se termina la lectura de “Poder Sindical” de Martín Pintos, publicado en 2012, el alma se estruje. Allí se repasan los principales conflictos de estos años de gobierno frenteamplista.Entre otros casos, está narrada la vida destrozada de Vanni; la agresividad de las fascistas patotas sindicales de ocupación, sostenidas por el silencio del gobierno; el pavor del empresario que apela a la policía para defenderse y no obtiene respuesta; el exilio de un empresario a Israel que emigra a hurtadillas con su familia, cercado por el agobio sindical; o el maximalismo de la UNTMRA de Marcelo Abdala, que cree estar en Moscú en 1917, logra aumentos con su salvaje huelga en 2011, y hace terminar al sector con 2000 empleados menos en 2012, por problemas de competitividad derivados, justamente, de esos aumentos.Los capítulos del libro de Pintos no describen episodios aislados. Hay antecedentes atroces que todos recordamos: el dirigente apodado el soviético, de Adeom Montevideo, gritándole “canceroso” a Ernesto de los Campos; o los sindicatos de la educación que durante la reforma Rama impedían que se repartieran bandejas de alimentos a los niños más carenciados. Más cerca, el gordo dirigente del Pit-Cnt que insultó a los jóvenes solidarios “de Pocitos”, y la propia central que no fue capaz de pedir disculpas.Y en estos días, de vuelta los sindicatos de la educación: escupiendo su reprimido odio sobre el éxito de los liceos Jubilar o Impulso; y dejando en las escuelas sin su alimento diario a cerca de 70.000 niños del país que de verdad lo precisan.La acumulación política frenteamplista nutrió el resentimiento sindical que sirvió para trancar el desarrollo nacional entre 1985 y 2005: allí están todas las iniciativas de referéndum, huelgas, paros...