El poder y el odio

El dirigente comunista Gabriel Molina tuvo una oportunidad de destacarse como orador, y no la dejó pasar. Hablando en nombre del Pit-Cnt durante el acto sindical del 23 de mayo pasado, acusó a la ONG “Un techo para mi país” de ser un conjunto de “chetos de Pocitos” que pretenden dar soluciones habitacionales con “cuatro palos y una madera”. A continuación los invitó, “si están aburridos”, a sumarse al Plan Juntos.Las declaraciones de Molina demuestran una ignorancia casi perfecta. Creer que “Un Techo para mi País” se dedica únicamente a hacer casas es desconocer las muchas otras tareas que realizan sus voluntarios. Criticar sus casas porque son de madera (como hace Molina con un razonamiento propio de los tres chanchitos) es ignorar el propósito específico con el que están hechas: nadie pretendió nunca que fueran una solución definitiva. Comparar a Techos con el Plan Juntos es ignorar que, al menos hasta ahora, Techos ha beneficiado a más gente, y de manera más integral.Tal vez por haber dicho cosas tan absurdas, Molina fue aislado como si tuviera una enfermedad contagiosa. Varios miembros del gobierno pusieron distancia y el propio Pit-Cnt inició un operativo de diplomacia institucional (aunque, sugestivamente, se negó a pedir perdón). Muchos sintieron que, en términos de opinión pública, lo de Molina había sido un gol en contra.Pero lo que importa ante semejante suceso es no quedarse en la anécdota y plantear algunas preguntas más de fondo. ¿Lo de Molina puede ser considerado un papelón puramente individual, o es más bien el reflejo de una cultura muy difundida entre quienes nos gobiernan y sus aliados corporativos? ¿Sus palabras fueron un puro absurdo, o sólo una versión grotesca y exagerada de una manera más general de ver las...

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